jueves, 5 de junio de 2008

Una introducción a Totalidad e Infinito

Las tesis esenciales del pensamiento de Lévinas quedaron expuesta en una de sus obras más importante: Totalidad e Infinito. Ensayo sobre la exterioridad (1961), en esta obra Lévinas desarrolló la idea de que la presencia del “Otro” (y, más concretamente, “el rostro del Otro”), que llama a la conciencia moral de rechazar toda violencia, es una experiencia fundamental que desconocen las filosofías de la totalidad, que reducen el “Otro” al “mismo”. Lévinas propone el camino a una revelación concreta que comprometa al individuo en tanto que sujeto moral, sin que haya con el Otro ningún contrato: el deber del hombre hacia el Otro es incondicional, y eso es lo que funda, para Lévinas, la humanidad del ser humano. Como él mismo afirma en De otro modo que ser o más allá de la esencia (1974), para la ética, el hombre es “más que ser”. La relación ética que impone el rostro del Otro conduce a Dios, cuya huella se puede leer en el rostro del Otro. La ley observada hace “que Dios venga a la idea” como planteó en, Del Dios que viene a la idea, (1982).

La filosofía de Lévinas surge como oposición a las filosofías y a las antropologías de la totalidad, totalidad que según Lévinas ha acompañado a la filosofía occidental durante todo su desarrollo y que se podría caracterizar en “una reducción del Otro al mismo”.
Que todo aparecer del ser no sea una posible apariencia; que la manifestación de las cosas y el testimonio de la conciencia no sean, quizá, sino el efecto de una cierta magia, capaz de extraviar al hombre que espera salir de sí hacia el ser, todo esto no es un loco pensamiento filosófico. Es el desarrollo mismo de la humanidad moderna.[1]

La filosofía tradicional ha situado el valor de la vida humana en la esfera de sus logros cognoscitivos, sometiendo y alienando al individuo a la fuerza despótica del todo, reduciendo al Otro a mero objeto de conocimiento u obstáculo de la libertad del yo. Tanto la filosofía de la historia de Hegel como la ontología heideggeriana, afirmando la primera un logos o destino universal y la segunda el ente como expresión particular del ser, constituyen ejemplos privilegiados de las filosofías de la totalidad. Para Lévinas la mayoría de los discursos que intentan explicar la totalidad del ser humano están cargados de pretensiones omni-comprensivas en búsqueda de una explicación racional que agote lo humano. Nuestro filósofo en contraposición, sitúa la grandeza del ser humano en la capacidad del olvido de sí hacia el Otro. La toma de conciencia del ser humano, que reconoce la alteridad y no la destruye, significa para él un punto de partida y para nosotros, en consecuencia, un fundamento antropológico del ser humano.
Lévinas denuncia a la ideología, que inocente o maligna, ha alterado nuestro saber. Es por esa misma ideología que somos engañados, o peor aún, engañamos.

Las ciencias humanas de nuestro tiempo, señalará, – la sicología y el sicoanálisis, la sociología y la economía, la lingüística y la historia – son ciencias que muestran el condicionamiento de toda proposición y de toda verdad, pero que a la vez denuncian en sí mismas un equívoco del que tampoco están exentas.

En Totalidad e Infinito se nos propone la salida de la referencia del ser, ya que en esta el ser humano podría quedar encerrado en su conciencia subjetiva y en la que su impulso de trascendencia puede quedar encallado dejando al yo cautivo de sí mismo. Esta libertad que propone Lévinas encuentra su apertura en un movimiento que es responsabilidad por el prójimo.

[1]Emmanuel Lévinas, (1977). P. 9

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