jueves, 5 de junio de 2008

Relación asimétrica entre el mismo y el otro, cara-a-cara

Una vez revelado el Otro desde la palabra y presente en el sujeto desde la idea de Infinito, Lévinas ve de vital importancia el reconocimiento del Otro pero no sólo desde una aceptación conceptual de su existencia, sino también desde un llamado a la responsabilidad que es también justicia. En este sentido Lévinas supera esencialmente la postura de M. Buber y G. Marcel que han dejado la relación Yo-Tú en la esfera de lo privado.
Mirada del extranjero, de la viuda y del huérfano; mirada que no puedo reconocer sino en el don o en la negativa; soy libre para dar o para negar, pero he de pasar necesariamente por las cosas. Las cosas no son, como piensa Heidegger, el fundamento del lugar, la quintaesencia de todas las relaciones que constituyen nuestra presencia en el mundo. (…) El hecho último es la relación del ego con el otro, aquí las cosas no se presentan como lo que es construido, sino como lo que es dado.[1]

La relación interpersonal es para Lévinas, como para Buber el lugar donde se manifiesta Dios, el totalmente Otro. El encontrarse cara a cara con el prójimo significa también encontrarse con el Altísimo que exige que se le reconozca mediante el reconocimiento del Otro. “Dios se eleva a su presencia última y suprema como correlativo de la justicia con que se trata a los hombres”.[2] Sin embargo, es necesario señalar que la relación Yo-Tú, como Buber la considera, a diferencia de Lévinas, sitúa al Otro en una relación recíproca de tuteo y complicidad, Lévinas en cambio, parte de la idea de Infinito, del Otro como absoluto y trascendente. La relación del Otro y el mismo, relación cara-a-cara, no se basa en la reciprocidad, sino en la disimetría.
Buber ha distinguido la relación con el Objeto que estaría guidada por la práctica, de la relación diagonal que apunta Otro como Tú, como compañero y amigo. (…) Puede preguntarse sin embargo si el tuteo no coloca al Otro en una relación recíproca y si esta reciprocidad es original.[3]
La responsabilidad a la que el Otro me convoca es responsabilidad sin esperar nada a cambio. Ser llamado a la responsabilidad, como lo entiende Lévinas, no es un movimiento intencional de mí hacia otro, es más bien, un imperativo inmediato e irrevocable venido del rostro del Otro. Es por eso que se trata de una relación cara-a-cara asimétrica pues la reciprocidad convertiría al Otro en otro yo, y destruiría la trascendencia.

El rostro se “descubre” como desnudez y vulnerabilidad, en ese sentido el mismo se descubre ante el Otro como “señor” y como “sirviente”, siendo a la vez más y menos que él. Menos porque el rostro del Otro - que es pobre, huérfano, viuda y extranjero – me recuerda mis obligaciones y me juzga, es decir, cuestiona el modo en el que yo actúo y me recuerda mis deberes. Me descubro como más porque frente al Otro soy consciente y me doy cuenta, con una gran variedad de recursos, que soy capaz de responderle.[4] Es por esto que para Lévinas la relación entre el Otro y el mismo, entre el Yo y el Tú buberiano es eminentemente asimétrica.
[1] Emmanuel Lévinas, (1977). P. 100-102
[2] Ibídem, P. 102
[3] Ibídem, (1977). Pp. 72-92
[4] Olalla Bagüés, (2003).

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