lunes, 5 de octubre de 2009

Caperucita Roja y un poco de Filosofía


Fuente: el caribe. com. do

Entre varias interpretaciones del famoso relato, Rodríguez Almodóvar cita las de dos psicólogos y psicoanalistas: Bettelheim y Erich Fromm. Interpretaciones que han ganado ya amplia fama en base a un principio de autoridad que no todos comparten ni respetan. Hay críticos literarios que las difaman, las denuncian como “imposición ahistórica de dogmas psicoanalíticos”. Creo que aún así merecen crédito, aunque sea el crédito de la duda:

“Necesario será ya acudir a la opinión de otros expertos: los psicólogos y los psicoanalistas. Dos en particular: Bruno Bettelheim y Erich Fromm. Tomando como base el consabido conflicto freudiano entre el principio del deber (acudir en socorro de la pobre abuelita) y el principio del placer (entretenerse por el bosque cogiendo florecillas y charlando con desconocidos), uno y otro llegan a diferentes conclusiones, o quizás sean complementarias. Para el primero, Caperucita, una vez superada la fijación oral (representada por Hänsel y Gretel), encarna el problema de un complejo de Edipo mal resuelto, que retorna en la pubertad, y que la arroja inconscientemente a la posibilidad de ser seducida. Ni que decir tiene que el lobo es la figura de todo hombre, padre incluido. Para el neoyorquino, la caperuza roja y el tarrito de manteca no otra cosa pueden ser que la primera menstruación y la virginidad, respectivamente. Por uno u otro lado rondan los peligros de un sexo prematuro, en el que no son inocentes ni la madre ni la abuela, quienes al empujar y reclamar a la niña por un camino tan peligroso, en realidad la están induciendo a desviarse. ¿Creeremos por esto que Caperucita es inocente? En absoluto.

ambién ella está deseando perder de vista a las dos. Con notable gracejo, escribe Bettelheim: ‘Sólo los adultos, que están convencidos de que los cuentos son absurdos, pueden dejar de ver que el inconsciente de Caperucita está haciendo horas extras para librarse de la abuela’”.

En conclusión, escribe poéticamente Rodríguez Almodóvar:

“Misteriosas galerías del alma humana. Por la razón que sea, o por todas juntas, Caperucita sigue desconcertando a los estudiosos y, eso sí, cautivando a los niños, que son los únicos que de verdad poseen su secreto. Como poseen el de todos los demás cuentos populares, que renuevan una y otra vez su extraño, y al parecer imprescindible, mensaje terapéutico y civilizador. Lástima que cuando aquéllos pudieran revelárnoslo, ya dejan de ser niños.”

El titular del blog “Algún día en alguna parte” (alguien que firma Alguien), proporciona en un artículo, “El cuento popular francés de Caperucita”, valiosas informaciones y juicios muy estimables sobre el tema:

“La versión de Caperucita roja que aquí (se presenta) proviene de la recopilación de cuentos, Le conte populaire français de Paul Delarue y Marie Louise Tenèze, (París, 1976). Es un cuento popular francés del siglo XVIII (…) perteneciente a la tradición oral campesina, destinado a ser narrado en las largas veladas de invierno, al calor de la lumbre. El texto se ha extraído del libro “La gran matanza de los gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa” de Robert Darnton (pag.15-16), editado por el Fondo de Cultura Económica, México, 1987.

Es la primera versión oral conocida de Caperucita, (…) una leyenda cruenta para asustar a niños y…divertir a adultos; sin caperuzas, ni moralejas, ni leñadores salvadores, distinta a la que actualmente contamos a nuestros hijos y de la que se nutrirán otras versiones posteriores…”

En fin, episodios de canibalismo ritual, sexo implícito y otras circunstancias acechan en lo que para muchos de nosotros fue una lectura inocente de un relato que no tiene nada de inocente. Aquí dejo a los lectores en presencia de lo que puede ser el texto original o la originalidad del texto de Caperucita cuando no era roja ni usaba caperuza:

“Había una vez una niñita a la que su madre le dijo que llevara pan y leche a su abuela. Mientras la niña caminaba por el bosque, un lobo se le acercó y le preguntó adónde se dirigía.

– A la casa de mi abuela, le contestó.
– ¿Qué camino vas a tomar, el camino de las agujas o el de los alfileres?
– El camino de las agujas.
El lobo tomó el camino de los alfileres y llegó primero a la casa. Mató a la abuela, puso su sangre en una botella y partió su carne en rebanadas sobre un platón. Después se vistió con el camisón de la abuela y esperó acostado en la cama. La niña tocó a la puerta.
– Entra, hijita.
– ¿Cómo estás, abuelita? Te traje pan y leche.
– Come tú también, hijita. Hay carne y vino en la alacena.
La pequeña niña comió así lo que se le ofrecía; mientras lo hacía, un gatito dijo:
– ¡Cochina! ¡Has comido la carne y has bebido la sangre de tu abuela!
Después el lobo le dijo:
– Desvístete y métete en la cama conmigo.
– ¿Dónde pongo mi delantal?
– Tíralo al fuego; nunca más lo necesitarás.

Cada vez que se quitaba una prenda (el corpiño, la falda, las enaguas y las medias), la niña hacía la misma pregunta; y cada vez el lobo le contestaba:

– Tírala al fuego; nunca más la necesitarás.
Cuando la niña se metió en la cama, preguntó:
– Abuela, ¿por qué estás tan peluda?
– Para calentarme mejor, hijita.
– Abuela, ¿por qué tienes esos hombros tan grandes?
– Para poder cargar mejor la leña, hijita.
– Abuela, ¿por qué tienes esas uñas tan grandes?
– Para rascarme mejor, hijita.
– Abuela, ¿por qué tienes esos dientes tan grandes?
- Para comerte mejor, hijita. Y el lobo se la comió.”

(© Robert Darnton. “La gran matanza de gatos y otros episodios de la historia de la cultura francesa”. Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1987).

Añade finalmente, para cerrar con broche de oro, el titular del blog “Algún día en alguna parte”:

“En los cuentos campesinos franceses, según señala Robert Darnton, el final catastrófico para el protagonista no supone ningún tipo de sermón, moraleja o castigo por la mala conducta. El universo planteado por estos cuentos no está gobernado por ninguna moral tangible, la buena conducta no determina el éxito, ni la mala conducta el fracaso del protagonista. Caperucita no ha hecho nada para ser devorada por el lobo ‘porque en los cuentos campesinos, a diferencia de los de Charles Perrault y de los hermanos Grimm, ella no desobedece a su madre, ni deja de leer las señales de un orden moral implícito que están escritas en el mundo que la rodea. Sencillamente camina hacia las quijadas de la muerte. Este es el carácter inescrutable, inexorable de la fatalidad que vuelve los cuentos tan conmovedores, y no el final feliz que con frecuencia adquirieron después del siglo XVIII.’”

2 comentarios:

Miel Arte dijo...

Quién es Rodriguez Almodóvar? Ésto que leo aquí justo lo acabo de leer de un libro de Robert Darnton, un historiador muy importante... Ahora investigo quien es Almodóvar, pero me interesa que los dos dicen las mismas cosas e investigan a los mismos psicoanalistas.

Miel Arte dijo...

Ah, ya seguí leyéndote... Ya, solo me queda la duda de quién es Almodóvar. Jaja, ahí ya vi a Darnton. ;)