No creo que haga falta creer en algún dios para que un país funcione, porque el ser humano, desde su razón, es capaz de organizar y organizarse a sí mismo y su sociedad. La razón humana, si se lo propone, es capaz de discernir que ciertas actitudes, que los creyentes en alguna divinidad llaman pecado, realmente son males intrínsecos, propio de la naturaleza “irracional-racional” que lucha por la supervivencia, buscando siempre para sí misma el provecho propio y la satisfacción de sus necesidades primarias y a veces no tan primarias. Es por eso que las sociedades, pienso yo, se pueden organizar y se ven en la obligación de castigar aquello que es incorrecto, o sea, que viola la ley, y no necesitan, por ende, acudir a alguna divinidad común para legislar la conducta humana. Por tal motivo pienso que no hace falta que se crea en algún dios para funcione un país.
miércoles, 21 de noviembre de 2007
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