jueves, 5 de junio de 2008

Heidegger y Levinas

Lévinas resume la filosofía heideggeriana con gran maestría y simplicidad pero a diferencia del trabajo que realiza comentando la obra de Husserl, con Heidegger, diría yo, se muestra mucho más crítico y mordaz. Trataré de explicitarlo con pocas palabras, primero, resumiendo la filosofía heideggeriana desde una perspectiva levinasiana y luego recogiendo las críticas que hace Lévinas a Heidegger.

En un primer momento Lévinas sitúa la filosofía heideggeriana en contraposición a la noción moderna de sujeto, noción que se distingue por una oposición sujeto-objeto y su relación con él, la especificidad de esta relación es irreductible a las relaciones como semejanza, igualdad, acción, pasión, casualidad. Al pensar hasta sus últimos extremos la noción de sujeto, la filosofía trascendental, a través de sus variaciones, afirma que la condición del ser no es, a su vez, un ser. Para Lévinas el idealismo ha intentado depurar al sujeto del tiempo mismo y en los neokantianos, al introducir la filosofía de Heidegger, según Lévinas, vemos el tiempo que deviene en percepción oscura, extraña a la naturaleza profunda del sujeto; “para Kant es una forma fenoménica que el sujeto se da, pero en la que no se reconoce; para Hegel es algo donde el espíritu se arroja para realizarse pero de la que es originariamente diferente”.[1]

Poner en tela de juicio la noción de ser y su relación con el tiempo constituye el problema fundamental de la filosofía heideggeriana – el problema ontológico – señalará Lévinas. La manera en que el hombre se encuentra conducido al centro de la investigación está enteramente dirigida por la preocupación fundamental que consiste en responder a la cuestión “qué es ser”. Lévinas considera que toda la obra de Heidegger tiende a mostrar que el tiempo no es el marco de la existencia humana sino que, en su forma auténtica “la temporalización” del tiempo es el acontecimiento de la comprensión del ser.

La filosofía de Heidegger, nos dirá Lévinas, no se ocupa del ser humano por él mismo, sino que su enfoque principal es el ser. Se trata ya no de un ente, incluso absoluto, con el cual la tradición filosófica confundía el ser, sino del ser en tanto que verbo, del ser-Sein y no del ser-Seiendes. Por tanto, la pregunta “¿qué es el ser?” tiene una condición: la posibilidad de revelarse el ser, de desvelarse. La verdad no es para Heidegger algo que se añade al ser desde el exterior, desde el hecho de ser humano, sino un acontecimiento del ser. Así pues, la verdad contemporánea del ser, comenta Lévinas, no resulta de la relación entre espíritu y mundo.
[1] Ibídem, (1949). P. 94

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