jueves, 5 de junio de 2008

Kant y Emmanuel Lévinas

Desde que la razón kantiana y el ser heideggeriano alienaron al individuo en forma paralela, el primado de la ontología sobre la ética y del concepto sobre lo individual han anticipado la supremacía del Estado hegeliano sobre el individuo. Han subordinado su posibilidad de realización moral a la historia y la totalidad. Y en contraposición, nos dirá Lévinas, “la política se opone a la moral como la filosofía a la ingenuidad”.

Aunque Lévinas desea dejar atrás la ontología heideggeriana trata de evitar caer en una filosofía regresiva con respecto a ella, es decir, en una filosofía que participe del olvido del ser perdiéndose en el ente como las antropologías existenciales que proliferaron en Francia a mediados de los años cincuenta. Lévinas desea una superación radical de la ontología y en el contexto kantiano de tal superación, es reafirmado el sugestivo título Libertad y mandato en el que discute las especificaciones de esta no-violencia moral. El planteamiento de la razón práctica debe sufrir una modificación radical para que el ente concreto sea algo más que una naturaleza de necesidades egoístas en búsqueda de la felicidad.

Nos encontramos ahora ante una de las originalidades de la filosofía levinasiana: el noúmeno kantiano, en Lévinas es el Otro que se manifiesta en una relación de no-violencia que es esencialmente lenguaje y no poder, “por lo tanto la metafísica es posible”.A partir del lenguaje la relación es posible y para Lévinas hacer una fenomenología del noúmeno es posible desde la metafísica. Daniel Guillot en su introducción a la versión castellana de Totalidad e Infinito nos plantea que precisamente, tal metafísica será una fenomenología de ausencias más que de presencias, desarrollada en toda su amplitud en Totalidad e Infinito. Lévinas, de hecho, atacará duramente la ética kantiana como moral subjetiva que se pierde en los juegos del examen de conciencia. En una de sus obras El yo y la totalidad (1954), Lévinas señala que: “nadie puede encontrar ya la ley de su acción en el fondo de su corazón”.

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