jueves, 5 de junio de 2008

La pérdida del sujeto en el colectivismo

El fuerte individualismo de la época moderna provocó un movimiento contrario a la divinización del sujeto individual. Este movimiento generalmente se ha llamado colectivismo. En esta perspectiva el sujeto individual es tratado como un ingrediente – medio, engranaje – despojado de autonomía, iniciativa y dignidad. De esta forma el colectivo es presentado como una especie de sujeto superior que se exalta y se absolutiza de la misma forma que se hacía con el individuo en el sistema capitalista.

El colectivismo ha asumido distintas concreciones: económica en el marxismo, racista en el nazismo, y nacional y cultural en el fascismo de Mussolini. Según M. Buber (1878-1965), el colectivismo trata sobre todo de liberar al hombre de la soledad en que se encuentra tras el individualismo, ideología dominante de la cultura moderna. Buber descubre también en algunas exaltaciones de la individualidad, por ejemplo en la de Nietzsche, una especie de intento desesperado e impotente por salvar el valor del individuo ante una progresiva colectivización de la sociedad.

Esta visión del ser humano contiene una serie de aspectos preocupantes. En principio, el individuo puede ser sacrificado a las exigencias de la colectividad, exigencias totalitarias ante las cuales el respeto a una persona no es más que sentimentalismo burgués. Buber al respecto plantea:
El colectivismo moderno es esencialmente ilusorio. La agregación de la persona se realiza con un “todo” funcional que abarca a las masas humanas. En el colectivo, el hombre ya no es el hombre con el hombre… En él no se supera el asilamiento del hombre, sino que se es insensible al mismo aislamiento. [1]
Nuestra sociedad actual, en cierto sentido, atrapada en fuertes rasgos colectivistas, desde la organización del estado, la imposición de las leyes constitucionales y desde una economía excluyente y avasalladora busca un respiro y una manera de volver a decir “yo existo y no soy uno más entre la masa”, una vuelta hacia la exaltación del ego que vale por su poder adquisitivo, parece ser la respuesta reaccionaria.
[1] Martín Buber, (1949).

0 comentarios: