lunes, 26 de noviembre de 2007

Emancipación de América Latina

Le llamamos emancipación y no indpependencia al proceso político y militar que, desde 1808 hasta 1826, afectó a la casi todos los territorios americanos gobernados por España, dando como resultado la separación respecto de ésta de la inmensa mayoría de las divisiones administrativas de carácter colonial que habían estado bajo el dominio de los monarcas españoles desde finales del siglo XV y el acceso a la independencia de gran parte de los estados de Latinoamérica.

CAUSAS
Causas Internas
a) La concepción patrimonial del Estado, toda vez que las Indias estaban vinculadas a España a través de la persona del monarca. Las abdicaciones forzadas de Carlos IV y Fernando VII, en 1808, rompieron la legitimidad establecida e interrumpieron los vínculos existentes entre la Corona y los territorios hispanoamericanos, que se vieron en la necesidad de atender a su propio gobierno.
b) La difusión de doctrinas populistas. Desde santo Tomás de Aquino hasta el español Francisco Suárez, la tradición escolástica había mantenido la teoría de que la soberanía revierte al pueblo cuando falta la figura del rey. Esta doctrina de la soberanía popular, vigente en España, debió de influir en los independentistas tanto como las emanadas del pensamiento ilustrado del siglo XVIII.
c) La labor de los jesuitas. Las críticas dirigidas por los miembros de la Compañía de Jesús a la actuación española en América después de su expulsión de España en 1767, plasmadas en abundantes publicaciones, tuvieron gran importancia en la generación de un clima de oposición al dominio español entre la burguesía criolla.
d) Las enseñanzas impartidas por las universidades y el papel desarrollado por las academias literarias, las sociedades económicas y la masonería. La difusión de ideas liberales y revolucionarias contrarias a la actuación de España en América ejerció una gran influencia en la formación de algunos de los principales líderes de la independencia, cuya vinculación con la Logia Lautaro les proporcionó el marco adecuado para la conspiración.

Las causas externas
Pueden ser consideradas como causas externas aquellas que actuaron sobre el proceso independentista desde fuera de los dominios imperiales españoles, en especial desde Europa y Estados Unidos.
1. La Declaración de Independencia estadounidense y la Revolución Francesa, cuya influencia en la historia mundial es evidente, actuaron más como modelos que como causas directas del proceso.
2. Las ideas enciclopedistas y liberales procedentes de Francia, así como las relaciones de convivencia de muchos de los máximos dirigentes independentistas, como Francisco de Miranda, José de San Martín, Simón Bolívar, Mariano Moreno, Carlos de Alvear, Bernardo O'Higgins, José Miguel Carrera Verdugo, Juan Pío de Montúfar y Vicente Rocafuerte, que se encontraron con frecuencia en Londres, así como los contactos que mantuvieron con los centros políticos de Estados Unidos y Gran Bretaña. Ello les permitió equiparse ideológicamente, pero también les proporcionó la posibilidad de contar con apoyos exteriores y las necesarias fuentes de financiación para sus proyectos.

Coyuntura
Por encima de todas estas posibles causas, la independencia de los pueblos latinoamericanos, se vio favorecida por la coyuntura política, bélica e ideológica por la que atravesó España. La supresión de la dinastía de Borbón y la invasión de la península Ibérica por las tropas de Napoleón I Bonaparte, que dieron origen a la guerra de la Independencia española (1808-1814), posibilitaron la aparición de juntas que se constituyeron en las principales ciudades americanas. Las juntas empezaron, en general, reconociendo la autoridad real en la persona de Fernando VII, pero propiciaron el comienzo del proceso independentista. Las Cortes de Cádiz y la Constitución liberal de 1812 dieron paso al restablecimiento de la autoridad española en la mayoría de las regiones peninsulares (creación de la Junta Central, en septiembre de 1808) y a la moderación en las actuaciones de los independentistas más radicales, al abrirse camino las posibilidades de un nuevo régimen en España que conllevara una nueva organización política, social y económica de los territorios americanos.

Pero la reacción absolutista de 1814, producida por el retorno al trono español de Fernando VII, produjo un cambio radical en la dirección de los acontecimientos y significó la reanudación de las confrontaciones y la guerra abierta. El éxito del pronunciamiento liberal de Rafael del Riego en Cabezas de San Juan en 1820, impidió el embarque de las tropas españolas destinadas a América y, con ello, facilitó a los patriotas americanos la realización de las últimas campañas militares, que les llevarían al triunfo final y a la independencia.

DOS FASES DE LA INDEPENDENCIA
Primera fase. La actuación de las Juntas (1808-1814)
El estudio de los primeros momentos de la lucha por la emancipación respecto del dominio español requiere un análisis localizado de las diversas áreas de Latinoamérica que se vieron afectadas por el proceso independentista.

El Río de la Plata
La primera Junta se constituyó en Montevideo el 21 de septiembre de 1808, aunque se mantuvo la autoridad del virrey. La Banda Oriental de los territorios rioplatenses estuvo dominada desde el principio por la personalidad de José Gervasio Artigas, quien formó un cuerpo de voluntarios y venció a las tropas realistas en Las Piedras el 18 de mayo de 1811, pero no pudo ocupar Montevideo debido al acuerdo firmado en noviembre de ese año entre el virrey Francisco Javier Elío y los representantes de la ciudad de Buenos Aires, que deseaban controlar todo el virreinato. En esta ciudad, los primeros incidentes se produjeron en el cabildo, al enfrentarse en enero de 1809 los partidarios de Mariano Moreno, representante de los ganaderos de la región, con los de Bernardino Rivadavia. Tras rechazar la autoridad del virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros el 30 de junio de 1809, se creó una Junta, el 25 de mayo de 1810, dirigida por Cornelio de Saavedra, que reconoció inicialmente los derechos de Fernando VII.

Dicha Junta envió a José Rondeau a la Banda Oriental y a Manuel Belgrano a Paraguay, para evitar la secesión de estos territorios, pero Rondeau no tardó en entenderse con Artigas y Belgrano fue derrotado en Tacuarí el 9 de marzo de 1811. El 14 de mayo siguiente, el triunvirato constituido por Pedro Juan Caballero, Juan Valeriano Zeballos y José Gaspar Rodríguez de Francia proclamó la independencia de Paraguay (posteriormente, este último impuso una férrea dictadura y cerró el país a todo contacto con el exterior). En septiembre del mismo año, un triunvirato, del que Rivadavia era secretario, controló el poder en Buenos Aires e inició una dura represión contra sus opositores.

El Alto Perú
El Alto Perú, que pertenecía hasta entonces a la jurisdicción sobre la que establecía su dominio el virreinato de la Plata, protagonizó los primeros movimientos de carácter independentista. Así, la primera Junta que rompió abiertamente con las autoridades españolas fue la de Chuquisaca (actual Sucre, en Bolivia), cuando el 25 de mayo de 1809 un triunvirato formado por Bernardo de Monteagudo, Jaime de Zudáñez y por Lemoine apresó al presidente de la audiencia, García Pizarro. Fue secundada por la Junta de La Paz, que se constituyó el 16 de julio de 1809 con Pedro Domingo Murillo como presidente, pero que fue reducida pronto por los realistas al mando del general José Manuel de Goyeneche, quien mandó ejecutar a Murillo el 10 de enero de 1810. Los dirigentes de la Junta de Buenos Aires enviaron al Alto Perú al general Antonio González Balcarce, que venció a los realistas en Suipacha el 7 de noviembre de 1810 y obligó a Goyeneche a solicitar un armisticio. Reanudadas las hostilidades en 1811, Goyeneche venció en la batalla de Guaqui y envió a Juan Pío de Tristán y Moscoso al Río de la Plata, pero las victorias de José de San Martín en San Lorenzo, el 3 de febrero de 1813 y de Belgrano en Tucumán (septiembre de 1812) y Salta (febrero de 1813) consolidaron la independencia rioplatense. Parecido final al de la Junta de La Paz tuvo la que se constituyó en Quito el 10 de agosto de 1809 con Juan Pío de Montúfar, marqués de Selva Alegre, al frente. Los juntistas pactaron con la audiencia, pero no lograron el apoyo de Guayaquil, Cuenca y Pasto, por lo que no tardaron en ser reducidos por los realistas. Una nueva Junta, dirigida por Ruiz del Castillo, se creó el 22 de septiembre de 1809. El 11 de octubre de 1810 se proclamó la independencia de Ecuador, pero en 1812 el virrey del Perú José Fernando Abascal y Sousa volvió a controlar toda la región, incorporando a su jurisdicción los territorios correspondientes al Alto Perú, después de haber evitado que se adhirieran al proceso emancipador rioplatense.

Nueva Granada
La figura de Simón Bolívar (conocido popularmente por la historiografía posterior y por los propios sudamericanos como `el Libertador') dominó el proceso independentista de Venezuela. En Caracas, se constituyó una Junta el 19 de abril de 1810, opuesta en principio al capitán general, el afrancesado Vicente Emparán, y en defensa de los legítimos derechos de Fernando VII, pero que el 5 de julio de 1811 proclamó la independencia del país y declaró establecida una república federal. La llegada de Francisco de Miranda desde Londres no tardó en ocasionar enfrentamientos entre éste y Bolívar, quien al parecer no dudó en entregar a Miranda a los españoles. En 1812, tropas realistas enviadas desde Puerto Rico al mando de Domingo Monteverde vencieron en Puerto Cabello y apresaron a Miranda en La Guaira, después de que en julio firmara con aquél su propia capitulación.

Un paréntesis (SIMÓN BOLIVAR)
1783-1830), militar y político sudamericano de origen venezolano, presidente de Venezuela (1819), presidente y creador de la República de la Gran Colombia (1819-1830) y dictador de Perú (1824-1826), se convirtió desde 1813 en el máximo conductor de la revolución que culminó con la emancipación de Sudamérica frente al poder colonial español, por lo que es conocido como el Libertador.
La figura del principal catalizador de la emancipación de los pueblos sudamericanos respecto del poder colonial español, el caraqueño Simón Bolívar, se engrandece a medida que se profundiza en la colosal empresa llevada a cabo con la ayuda de su empeño, la cual le llevó a recibir el sobrenombre del Libertador.

Chile
Tras destituir, el 16 de julio de 1810, al gobernador Francisco Antonio García Carrasco, se concedió la presidencia a Mateo de Toro y Zambrano, conde de la Conquista, con lo que se mantuvo la apariencia de fidelidad a la monarquía española, aunque tampoco en Chile tardaron en surgir discrepancias entre los dirigentes. La Junta de Santiago se constituyó el 18 de septiembre de 1810, con Toro y Zambrano como primer presidente. Los moderados José Antonio Rojas y Juan Antonio Ovalle, partidarios de mantener los lazos con España, se impusieron en abril de 1811 a los radicales Bernardo O'Higgins y Juan Martínez de Rozas. En julio de 1811, llegó el militar chileno José Miguel Carrera Verdugo, que se hizo con el poder apoyado por O'Higgins y dictó el Reglamento Constitucional de 27 de octubre de 1812, que establecía su dictadura personal, así como la independencia encubierta de Chile.

México
En el virreinato de Nueva España los comienzos del movimiento independentista tuvieron un marcado carácter popular, insurreccional y revolucionario. La conspiración iniciada (y fracasada) en Querétaro en 1809 dio paso al levantamiento del sacerdote Miguel Hidalgo en Dolores (actual Dolores Hidalgo, en Guanajuato), el 16 de septiembre de 1810. Las tropas del virrey Francisco Javier Venegas, a las órdenes del general Félix María Calleja del Rey, vencieron a los rebeldes en Guanajuato y Puente de Calderón, y ejecutaron a los principales responsables en 1811. Más amplitud tuvieron los levantamientos en el sur del país, donde los insurrectos dirigidos por el también sacerdote José María Morelos, tras ocupar Oaxaca y Acapulco, convocaron el Congreso de Chilpancingo, proclamaron la independencia de México y, en octubre de 1814, redactaron la Constitución de Apatzingán, primera ley magna de la historia del constitucionalismo mexicano. La enérgica y sangrienta reacción del virrey Calleja concluyó con la ejecución de Morelos en 1815 y el restablecimiento de la autoridad real.

SEGUNDA FASE
Las grandes campañas militares (1814-1824)
Una vez que se había establecido una incipiente estructura política en los territorios que luchaban por lograr la independencia de España, surgió la etapa de reacción española que condujo a la verdadera fase bélica del proceso emancipador, cuyo punto culminante fue el nacimiento o consolidación de los estados sudamericanos.

La reacción española (1814-1816)
Los realistas volvieron a tomar la iniciativa, a finales de 1814, a partir de las victorias logradas en Maturín y Urica por José Tomás Rodríguez Boves, al frente de los llaneros del Orinoco. Bolívar tuvo que escapar de Nueva Granada rumbo al Caribe, donde escribió la llamada Carta de Jamaica, en la que diseñaba el mapa de las futuras repúblicas independientes de América. En mayo de 1815, las tropas realistas del general Pablo Morillo entraron en Caracas y éste inició una dura represión.

En Perú, los realistas controlaron la mayor parte del territorio a raíz de las victorias de Joaquín de la Pezuela en Vilcapugio y Ayohuma en octubre y noviembre de 1813, respectivamente. Y otro tanto puede decirse de Chile, donde la falta de entendimiento entre Carrera y O'Higgins condujo a la victoria realista de Rancagua, en octubre de 1814. En 1816, la causa independentista sólo parecía victoriosa en el territorio que habría de conformar Argentina, donde el Congreso de Tucumán proclamó la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata el 9 de julio de ese mismo año.

Las grandes expediciones (1817-1822)
La guerra se generalizó en todas las regiones a partir de 1817. El Congreso de Angostura (reunido a partir de febrero de 1819) nombró a Bolívar presidente de Venezuela; la victoria de José Antonio Páez sobre Morillo en Las Queseras del Medio, en abril de ese mismo año, permitió a Bolívar cruzar los Andes, ocupar Tunja, vencer en las batallas del Pantano de Vargas y Boyacá, el 25 de julio y el 7 de agosto respectivamente, y entrar en Santafé de Bogotá el 10 de agosto de 1819. En diciembre de ese año se constituyó la República de la Gran Colombia y Bolívar fue designado presidente. El 24 de junio de 1821, Bolívar obtuvo la victoria de Carabobo, que garantizó la independencia de Venezuela, en tanto que, en mayo de 1822, Antonio José de Sucre venció en Pichincha. Bolívar, que en abril de 1822, había obtenido una nueva victoria en Bomboná, entró en Quito en el mes de junio (liberada para los independentistas por Sucre) y se dirigió a Guayaquil.

Las campañas finales (1822-1824)
En la entrevista que tuvo lugar el 26 de julio de 1822 entre Bolívar y San Martín, en Guayaquil, se acordó que aquél se ocupara de los asuntos de Perú y que San Martín se retirara de la escena política porque no contaba con el apoyo de la burguesía limeña. Los realistas mandados por Jerónimo Valdés, tras vencer en Torata y Maquegua, recuperaron Lima en junio de 1823, lo que hizo necesaria la intervención de Sucre y del propio Bolívar, que en febrero de 1824 asumió la dictadura. Las victorias de Sucre sobre el realista José Canterac en Junín (en este caso, colaborando con las tropas de Bolívar), el 6 de agosto de 1824, y sobre Valdés y el virrey José de la Serna e Hinojosa en Ayacucho, el 9 de diciembre siguiente, resultaron decisivas. La ocupación de El Callao en enero de 1826, último reducto de las tropas realistas mandadas por el gobernador José Ramón Rodil, y postrer bastión del dominio español en el continente americano, puso fin a la guerra y aseguró definitivamente la independencia de la mayoría de las colonias hispanas en América.

La independencia de México y Centroamérica
Después de las rebeliones fracasadas de Hidalgo y Morelos y tras el desgraciado fracaso de la fulgurante expedición de Francisco Xavier Mina (el Mozo) en 1817, fue Vicente Guerrero quien logró mantener la insurrección en el sur del país. En 1821, Agustín de Iturbide, militar que había combatido en las tropas realistas, entró en contacto con Guerrero y, el 24 de febrero de ese año, lanzó un manifiesto conocido como el Plan de Iguala (o de las Tres Garantías), que establecía tres condiciones: la independencia de México, el mantenimiento del catolicismo y la igualdad de derechos para los españoles y los mexicanos. El 24 de agosto de ese mismo año, Iturbide y el virrey Juan O'Donojú, que acababa de llegar de España enviado por el gobierno constitucional, firmaban el Tratado de Córdoba, por el que se declaraba la independencia de México.
En Centroamérica, se produjeron algunos intentos de rebelión a partir de 1811, pero todos ellos terminaron en fracaso, como los alzamientos del cura José Matías Delgado y Juan Argüello en El Salvador, o la intentona de 1813 en Guatemala. En conjunto, el proceso de independencia en los territorios de la capitanía general de Guatemala fue menos violento que en otras regiones y también más tardío. En 1822, Iturbide incorporó Centroamérica al Imperio Mexicano, actuando en contra de los deseos de la mayoría de la población, que rechazaba tal unión. En 1823, tras la abdicación de Iturbide (que se había coronado emperador como Agustín I), se crearon las Provincias Unidas del Centro de América, gobernadas inicialmente por un triunvirato compuesto por Pedro Molina, Villavicencio y Manuel José Arce, quien en 1825 se convirtió en el primer presidente del recién creado Estado federal, que habría de perdurar hasta 1842.

Véase también América Latina y su complejidad en la nueva época mundial

BIBLIOGRAFÍA
· Anna, Timothy. España y la Independencia de América. México, D. F.: Fondo de Cultura Económica, 1986.
· Bethell, Leslie y otros. América Latina independiente, 1820-1870. En "Historia de América Latina", coordinada por Leslie Bethell. Tomo 6. Barcelona: Cambridge University Press y Editorial Crítica, 1991.
· Domínguez, Jorge. Insurrección o lealtad. La desintegración del Imperio español en América. México, D. F.: Fondo de Cultura Económica, 1985.
· Halperin Donghi, Tulio. Reforma y disolución de los imperios ibéricos, 1750-1850. En "Historia de América Latina". Tomo 3. Madrid: Alianza Editorial, 1985.
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