lunes, 26 de noviembre de 2007

INSUFICIENCIAS DEL ORDENAMIENTO POLÍTICO EN LA REPÚBLICA DOMINICANA



- Tomando en consideración la distinción entre democracia clásica y moderna –

"Si no llego a ver por mí mismo la liberación de éste pueblo la veré a través de mis ideas”.
Juan Bosch

A lo largo de la historia que ha vivido la humanidad, siempre ha habido una constante, que podría asegurar, ha caracterizado nuestra raza humana. Me refiero a esa movilidad que han experimentado a lo largo del tiempo las instituciones, las creencias, las convicciones y la forma en la que el ser humano ha vivido su relación con sus iguales. No se escapa a esta movilidad, donde nada es constante y todo fluye, la democracia, que como ya sabemos,
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y desde una definición un tanto moderna, es la forma de sistema político por el que el pueblo de un Estado ejerce su soberanía mediante cualquier forma de gobierno que haya decidido establecer. Pero claro está, esta no siempre ha sido la idea de democracia que ha existido siempre.

A diferencia de las democracias actuales, la democracia de las ciudades Estado de la Grecia era una democracia, donde todos los ciudadanos tenían voz y voto en sus respectivos órganos asamblearios. No se conocía el gobierno representativo, innecesario debido a las pequeñas dimensiones de las ciudades Estado (que no sobrepasaban casi nunca los 10.000 habitantes). La primitiva democracia de estas primeras civilizaciones europeas no presuponía la igualdad de todos los individuos, ya que la mayor parte del pueblo, que estaba constituido por esclavos y mujeres, no tenían reconocidos derechos políticos. Atenas, la mayor de las ciudades Estado griegas, regida por un sistema democrático, restringía el derecho al voto a aquellos ciudadanos que no hubieran nacido en la ciudad. Sin embargo, como hemos venido estudiando a lo largo del curso de Filosofía Social, este sistema “democrático” fue cambiando, hasta convertirse en lo que nosotros hoy conocemos como democracia moderna, cuyas característica principal, por no entrar en detalles que ya conocemos, radica en que la autoridad suprema la ejercen en su mayor parte los representantes elegidos por sufragio popular en reconocimiento de la soberanía nacional. Es una democracia participativa y heterogénea.

Ya entrando en materia, pues me pareció necesario hacer una pequeña distinción entre ambas democracias, antes de abordar el tema central del trabajo, podríamos afirmar, que al igual que la mayoría de los países - estados modernos - , La República Dominicana ha pasado por un proceso de evolución, para asimilar en sí misma y en todos sus niveles sociales e institucionales, lo que es, o debería ser la democracia. Podemos observar que en la República Dominicana, la instauración de los valores esenciales de la democracia, como en la mayoría de los países de Latinoamérica, se inició con el proceso de su propia emancipación, y no de independencia como llaman algunos, al que sucedió una época de regímenes constitucionalistas, desde los gobiernos de Pedro Santana, Buenaventura Báez y otros. En los años siguientes, antes y después de la guerra restauradora, se promulgaron constituciones en forma excesiva a consecuencia de los constantes cambios políticos y las imposiciones de los grupos dominantes y sus antojos. Casos recientes como los de la época de Trujillo, Balaguer, y la última en el período de Hipólito Mejía con la lucha por la reelección, son algunos ejemplos que se pueden mencionar. Otro aspecto a destacar es el predominio del caudillismo desde los inicios de la historia de nuestro país, así como los enfrentamientos ideológicos, la dependencia económica externa, y la larga y dura dictadura que vivió el pueblo dominicano en la era de Trujillo. Estos han sido algunos de los factores que provocaron y siguen provocando la inestabilidad social y económica que vivimos y que se han convertido en rasgos característicos de la política “democrática” en La República Dominicana.

A este punto de nuestro trabajo podemos entonces preguntarnos: ¿Vive La República Dominicana un sistema democrático caracterizado por los mínimos que complementan a un estado moderno en el siglo XXI? Nuestro país, a partir del ajusticiamiento del dictador Rafael L. Trujillo, en 1961, experimentó un proceso de corte sociopolítico matizado por una batalla inexpugnable de un gran segmento de la población, con deseos de alcanzar la libertad, opuesta al intento desesperado de los herederos del tirano por perpetuarse en el poder, hecho que dio lugar a varios años de luchas y enfrentamientos entre los distintos grupos políticos envueltos en la contienda por dirigir los destinos de la nación, surgiendo así la máxima expresión de estas luchas, la insurrección popular de abril de 1965. 'Vuelta a la constitucionalidad de 1963' fue la consigna de dicho movimiento. Del mismo modo, el año 1961 marcó el punto de partida de toda una revolucionaria catarsis de la sociedad, que emprendió el levantamiento de las masas contra el arbitrario esquema político y social dominante, proceso que se vio obstaculizado por la permanencia de elementos típicos de la cultura político-local, heredadas por prácticas autoritarias. No es mi intención entrar en estos detalles históricos sobre el proceso democrático en la República Dominicana, sólo he querido resaltar esos puntos para dejar ver, que nuestro país, en más de una ocasión, ha intentado salir de esa inercia conformista, en la que los gobernantes, pueden hacer o deshacer a su antojo, la idea y la visión de democracia del pueblo dominicano.

Pero, ¿qué ha pasado? ¿Será que dichas contiendas no fueron suficientes para fraguar las aspiraciones democráticas en el pueblo dominicano? o mucho peor, ¿habrá sido que dicho pueblo no estuvo, ni está preparado, por poner un ejemplo, para un gobierno y una constitución, como la del 1963 en manos del profesor Juan Bosch? A mi parecer, la herencia caudillista y dictatorial, que es lo que hemos vivido desde los inicios de nuestra República, es la herencia que viven, en menor o mayor grado, nuestros actuales gobiernos, elegidos democráticamente. Gobiernos escritos desde unos esquemas manchados por el implacable velo de la corrupción, pues, los dominicanos, estamos viviendo en una sociedad, por qué no decirlo, democrática, pero que se burla del trabajo y del esfuerzo de la gente, que con su esfuerzo del día a día tratan de sacar sus vidas y su familia hacia adelante. Burlas como las del caso Baninter y Pepe Goico, aún sin resolverse y otros casos que actualmente están en la palestra pública y que sin muchas explicaciones, no llegan a un resultado en el que se les aplique la pena a aquellos que han violado nuestra constitución y se han aprovechado y robado nuestros recursos. Esta forma de gobernar, a la cual nos hemos acostumbrado, hace en su proceder, una herida profunda a lo que hoy llamamos democracia moderna, pues en más de una forma está violentando los derechos de los ciudadanos a llevar una vida en plena libertad, armonía y en plena concordancia con las afirmaciones que dichos gobiernos nos hicieron creer en la campaña.

Nosotros, los dominicanos, somos herederos de un sistema caracterizado por corromperse a sí mismo y a cuantos hay en él. Somos herederos de una forma de gobierno, con pintas de democracia, que no ha sabido, podido, o querido, realmente no sé que palabra sería la apropiada, salir del círculo indefinido del irrespeto al derecho del ciudadano común y de los bienes públicos. Debemos reconocer que nuestra democracia todavía se encuentra en un estado embrionario y que viejas formas autoritarias aún subsisten en nuestra práctica política. Debemos evolucionar de un sistema político basado en el totalitarismo unipersonal del presidente, hacia uno fundamentado en los elementos determinantes de la auténtica democracia representativa. No es una utopía lo que pretendemos lograr, es una realidad que otros países han logrado, o están en los procesos finales de asimilar, y, aunque bajo el lento proceso de los acontecimientos históricos, en nuestro país, está muy próximo a llegar, por ello, debemos luchar

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