lunes, 26 de noviembre de 2007

Migración y religión en Estados Unidos


MIGRACIÓN Y RELIGIÓN
La resocialización del migrante a través de la comunidad de la iglesia
Caso mexicano

En este ensayo analizaremos el papel de la comunidad religiosa en el proceso de resocialización de los mexicanos. Específicamente se examinará la construcción de la relación individuo-comunidad en diversas instituciones religiosas.
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Se plantea además, que la comunidad originada por la experiencia religiosa puede o tiende, mejor dicho, a estructurar mecanismos de solidaridad de manera eficaz, aportando al recién llegado los elementos necesarios para su integración. Sin embargo, este mecanismo puede conllevar la pérdida de la individualidad y de la capacidad de subjetivación.

El proceso de migración México-Estados Unidos, se ve fuertemente influenciado por las características de la dinámica migratoria, y especialmente por la migración temporal. La circularidad de los desplazamientos ha generado de manera progresiva una representación social del espacio como un conjunto fragmentado. Dicho de otro modo, las identidades se desterritorializan para territorializarse nuevamente.

Ante este contexto de fragmentación, según las investigaciones realizadas, el migrante mexicano que llega a Estados Unidos experimenta la necesidad de crear nuevas formas de construir su identidad, tanto en el sentido de crear una nueva imagen de sí, como en el de estructurar su relación con la sociedad y el espacio de donde habita. De ahí que el proceso de resocialización devenga una actividad que requiere de una gran inventividad, siendo también un proceso desestabilizador, y con frecuencia doloroso.

Identidad y Religión
El fenómeno religioso está presente en múltiples esferas de la vida de fieles y no creyentes. Su importancia en el proceso de socialización va más allá de la prácticamente explícitamente religiosa, pues constituye un elemento fundamental en la definición del espacio semántico, del universo simbólico en el que se realizan las interacciones cotidianas.

Hay sin embargo, algunos campos en donde esta relación es más explícita resultando evidente el peso del factor religioso en la redefinición identitaria. Tres de estos campos, particularmente importantes en el caso de los mexicanos residentes en Estados Unidos, son:
a) La participación de las comunidades religiosas en la resolución de los problemas más apremiantes de los emigrantes recién llegados.
b) La refuncionalización de la práctica religiosa como referente identitario mediante la construcción de la asociación catolicismo-mexicanidad.
c) La reutilización de la infraestructura de las iglesias con motivaciones no religiosas, debido en gran medida a su carácter transnacional.

Vamos a ver más detenidamente estos tres puntos tratados.

a) Comunidad religiosa participante en la resolución de problemas.
Al salir de su pueblo o ciudad de origen, el individuo se aleja del conjunto de personas con quienes había establecido relaciones de proximidad a lo largo de la vida. El individuo abandona los espacios que les son familiares para adentrarse en un universo del cual tiene, en el mejor de los casos, un conocimiento fragmentado. Por ello no es de extrañar que en los relatos de los migrantes mexicanos, la dificultad de sobrellevar de manera cotidiana el sentimiento de soledad y vulnerabilidad, sea un tema recurrente al rememorar los primeros tiempos de estancia en Estados Unidos, además de señalarse las dificultades concretas que debieron enfrentar en esta primera etapa del proceso de integración.

Las causas por las que resulta imposible recurrir a los mismos mecanismos de socialización en uno y otro contexto, son múltiples. Valga señalar el desconocimiento del nuevo entorno que les rodea, calles, barrios, avenidas, etc. También el desconocimiento, en la mayoría de los casos, del idioma inglés, creando esto una especie de aislamiento social para el individuo.

En este contexto, las actividades religiosas aparecen como una de las escasas oportunidades de socialización de que disponen los individuos, ya sea que estas se desarrollen bajo la forma de misas dominicales, estudio de la Biblia en casas particulares, etc. Las actividades organizadas por las diversas iglesias constituyen con frecuencia un espacio privilegiado para la socialización. Más aún cuando se trata de actividades organizadas principalmente entre mexicanos y cuando éstas se desarrollan en español.

En efecto, es con frecuencia a través de la socialización en actividades religiosas como los migrantes logran obtener vivienda o trabajo, o cuando menos, información necesaria de cómo legalizar su status migratorio. La actitud de las iglesias hacia los migrantes recién llegados puede pasar de la tradicional “caridad cristiana” hacia quienes se encuentran en situaciones especialmente difíciles, hasta el proselitismo activo y específicamente dirigido a ellos, por ello no es de extrañar que durante las primeras semanas de estancia en Estados Unidos, los migrantes reciban la visita de los Testigo de Jehová que “llevan la palabra” de puerta en puerta. Es importante señalar que la ayuda aportada por los Testigos de Jehová no sólo es real, sino que además se expresa de manera muy concreta y eficaz en la resolución de problemas inmediatos y en la satisfacción de las necesidades cotidianas.

Para terminar con este sub tema cuento un caso:
“Clara, estudiante de colegio, de 20 años, narra cómo desde el primer día de clases dos compañeras se acercaron para ofrecerle su apoyo. Este ofrecimiento tomó una forma muy concreta al ayudarle a corregir la ortografía en sus tareas de inglés, al mostrarle el funcionamiento de la biblioteca, o al orientarla en el uso del transporte público. Más adelante, Clara conoció a los amigos de sus “protectoras” y participó con ellos en excursiones y días de campo. Clara señala que ella supo desde un principio que sus amigas eran Testigos de Jehová y ello no le importó a pesar de provenir de una familia relativamente católica y de haber estudiado en México en una escuela de religiosas. Sin embargo, cuando fue invitada a participar en los servicios religiosos, su rechazo le valió el rechazo de sus compañeras y el retorno a la soledad inicial”.

En pocas palabras, la posibilidad de socialización al interior de la comunidad religiosa puede resolver los problemas inmediatos de una manera tanto más eficaz cuanto más amplias sean las esferas de la vida del individuo en los que actúa la comunidad. Sin embargo es precisamente su posibilidad de actuar en una multiplicidad de esferas lo que puede conllevar la “hiper-integración” del individuo, la misma que frenará su posible interacción con la sociedad amplia, obstaculizando el proceso de subjetivación y manteniéndolo aislado al interior de la comunidad.

b) Religión como referente identitario mediante la construcción de la asociación catolicismo-mexicanidad.
A pesar de la creciente diversidad religiosa de los mexicanos migrantes y fronterizos, en el contexto de la región Tijuana / San Diego, por poner un ejemplo, sigue prevaleciendo la idea según la cual los mexicanos son profundamente religiosos y mayoritariamente católicos, siendo el catolicismo uno de los principales rasgos distintivos de identidad.

Histórica y cuantitativamente, el catolicismo es en efecto la tradición religiosa que ha tenido una mayor presencia entre la comunidad mexicana de los Estados Unidos y por consiguiente son las tradiciones de origen católico, en ocasiones incluso ya despojadas de su carácter religioso, las que siguen sirviendo como referencia de lo que al norte de la frontera se conoce como “lo mexicano”. Esto ha reforzado la coincidencia entre catolicismo y mexicanidad.

Esta asociación da lugar a una interesante paradoja, por una parte, al considerarse católico, el mexicano migrante se esfuerza por participar en una referencia universal, debido a la importante presencia del catolicismo en California, tratando de disminuir de este modo los efectos negativos de la segregación y de atenuar la discriminación de que con frecuencia es objeto este grupo migratorio.

La comunidad de la iglesia constituye además un espacio óptimo para que el migrante que redefine su identidad logre reconstruir una imagen valorizante de sí. Es importante recordar que en el proceso de definición y redefinición identitaria, la relación con “el otro” es fundamental. La identidad se construye en un proceso de diálogo y únicamente es posible construir una imagen positiva y participativa de sí en un espacio donde exista reconocimiento hacia el sujeto. Por el contrario, un ambiente de discriminación en donde no exista respeto hacia la diferencia, promovería la formación de una imagen alienada de sí, o de una reacción de repliegue hacia el interior de comunidades herméticas que desdeñan o combaten la relación con el otro.

Como referente universal, el catolicismo les permite relativizar su carácter minoritario, como tradición, les permite mantener y reactivar los lazos que se establecen con la comunidad de origen y que nutre una identidad particular.

Otro caso también frecuente es aquél en donde la comunidad de la iglesia se transforma en un refugio ante la imposibilidad que enfrenta el individuo para integrarse en referentes más amplios de la sociedad. En este segundo caso, lejos de constituir “una plataforma de despegue”, la comunidad de la iglesia se transforma en un núcleo cerrado y hermético que permite al individuo subsistir al interior del grupo, limitando cada vez más sus interacciones con la sociedad en un sentido amplio.

Otro detalle a destacar es la relación entre la lengua y la religión. Así, por ejemplo, el catecismo y las misas en español son energéticamente defendidas por todos aquellos que consideran que el suprimir el uso de su lengua materna en la práctica religiosa, significaría una ofensa a su identidad. Para todos ellos, al suspenderse el uso del español, el catecismo y las misas perderían para ellos su significado profundo. Este es el caso de Adriana, madre de una familia católica, quien considera que es muy importante desarrollar en los niños el hábito de rezar. No obstante señala que si sus hijos han de rezar en inglés, ella prefiere que no recen. (Entrevista realizada en Chula Vista, verano 1996).

Esto nos deja claramente dicho, que la relación religión-migración, no es sólo una forma de llenar un espacio espiritual en la vida del emigrante, sino una forma de identificarse con su origen de manera que esto le permita un sentimiento de bienestar recordándole de esa forma lo que han dejado en su tierra. Rezar, por decirlo de otro modo, constituye un acto de afirmación e incluso de desafío, rezar en inglés significaría claudicar y entregar lo más íntimo – su relación con lo sagrado – a la norma dominante.

c) La reutilización de la infraestructura de las iglesias para fines no religiosos, especialmente por su carácter transnacional.
Es importante recordar los espacios de participación de que disponen los emigrantes mexicanos son extremadamente limitados. En el caso de quienes residen legalmente, el no ser ciudadanos estadounidenses les impide participar plenamente en la vida política de la nación.
En el caso de aquellos migrantes que no poseen documentos legales que justifiquen su estancia en Estados Unidos, la situación es aún más dramática, pues además de no poseer derechos políticos, la vida en la clandestinidad y el temor constantemente de ser expulsados les impide pugnar por el respeto a sus derechos laborales y humanos, dificultando también su eventual participación en actividades sociales. Los migrantes, sin embargo, tienen mucho que decir. Ellos son los primeros y más directos afectados por el proceso de globalización, que los transforma en mano de obra itinerante mediante la estructuración de mercados transnacionales de trabajo.

Por todo lo anterior, la población migrante ha debido acudir a instancias alternativas para plantear, discutir y resolver sus problemas cotidianos. Ante este panorama, la infraestructura y la red organizacional creada por las diversas iglesias a lo largo de su historia se presenta como el espacio idóneo para vehicular la acción de la comunidad migrante. En efecto, las iglesias disponen de redes trans (o supra) nacionales que mantienen una comunicación constante, de manera eficaz, entre los más diversos puntos geográficos de EE.UU. hasta México. La acción solidaria es además promovida y legitimada por el cuerpo de creencias de todas las denominaciones. Las redes basadas en las organizaciones religiosas siguen contando hoy en día entre la comunidad de origen mexicano con un mayor prestigio, confianza y legitimidad que cualquier otro tipo de red. Por tanto, fieles y no creyentes han acudido a las iglesias con el fin de organizarse, ayudarse mutuamente y hacer oír su voz.

Un ejemplo de esta “reutilización” de la infraestructura religiosa es la localización de personas. En la región fronteriza se encuentra con cierta frecuencia a personas que por motivos diversos, han perdido el contacto con sus familiares. En el caso de personas que no poseen documentos migratorios, su localización puede resultar extremadamente difícil. Las comunidades estructuradas en torno a las iglesias, tanto sacerdotes como laicos, contribuyen cotidianamente a la localización y el restablecimiento de la comunicación entre familias.

Otro caso que resulta particularmente interesante, por combinar las redes de solidaridad y el deseo de participación política, puede observarse en la reacción de la comunidad ante medidas políticas que restringen sus derechos. Tal es el caso de las reacciones que originó la propuesta 187 en el estado de California. A través de las iglesias se distribuyó la información relativa a dicha propuesta de ley y se desarrolló una campaña, exclusivamente promovida por laicos, para promover la naturalización de todos aquellos mexicanos que cumplían ya con las condiciones necesarias para realizar dicho trámite.

No podemos olvidar que si los individuos se integran con tanto ímpetu en tales comunidades, es también debido a que otras formas de participación (especialmente políticas) les han sido negadas y a que existen pocos espacios en donde puedan ser valorados en su diferencia. En la región fronteriza, las iglesias y las comunidades religiosas cubren un vació que ninguna otra instancia ha logrado llenar y significan en muchas ocasiones el único resguardo para los migrantes.

Si bien no existen recetas milagrosas, podemos suponer que solamente mediante la apertura de nuevos espacios de participación, los mexicanos residentes en Estados Unidos podrán desarrollar plenamente la capacidad de subjetivación que les permitirá participar en las redes solidarias de las iglesias, reduciendo el riesgo de permanecer prisioneros en ellas. Es probable que en un futuro próximo, la importancia de las iglesias en la socialización de los migrantes siga en aumento, con todas las ventajas y riesgos que ello implica.


Referencias Bibliográficas

· GARCÍA CANCLINI, Néstor. Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. Ed. Grijalbo, 1990
· De GAULEJAC, Vincent. Les souces de la honte. Desclée de Brower, París, 1996
· ODGERS, Olga. Identités culturelles frontaliéres. Les Hispaniques de la région Tijuana / San Diego, 1998, PhD Ecole des Haultes Etudes en Sciences Sociales.
· VILA, Pablo. « Catolicismo y mexicanidad: una narrativa desde la frontera norte » en Frontera Norte. Vol 8 n. 15, 1996.
· TAYLOR, Charles. The Sources of the self. The making of the modern identity. Cambridge University Press, Cambridge, 1989
· Panel MTI 08, Migración, identidad y participación social: migrantes mexicanos en Estados Unidos.
· XII International Congress LATIN AMERICAN STUDIES ASSOCIATION
· SEGUNDO PANTOJA, Estudios Sociales, Vol. XXXV, No. 129, Jul-Sept. 2002

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