lunes, 26 de noviembre de 2007

PAPAS MÁS INFLUYENTES EN LOS DESTINOS DE EUROPA EN LA EDAD MEDIA

PAPAS MÁS INFLUYENTES EN LOS DESTINOS DE EUROPA
EDAD MEDIA


Sería imposible para nosotros entender la Edad Media, desde sus inicios, hasta sus finales, sin tomar en cuenta una de las figuras más significativas he influyentes en la historia antigua, aunque también en la contemporánea. Me refiero a la figura del Papa.

Todos entendemos desde la fe, al Papa, como aquella persona, “elegida por Dios en la tierra”, representante y sucesor de Pedro, a quien Cristo, confió su iglesia, para guiar y dirigir todo el rebaños, su pueblo, a la salvación. Pero debemos de tomar en cuenta, que ese no es el enfoque primordial en este reporte. Pues como explicaremos más adelante, con el pasar de los años, los papas se fueron dando cuenta, de la influencia política, económica, social, y claro está, religiosa, que tenían sobre toda la sociedad de su tiempo. Y veremos también que no sólo ellos mismos se dieron cuenta de esta situación, es decir, de su poder y su influencia, sino también los emperadores, reyes, nobles, señores feudales y todo aquél que aspirara a alguna forma de poder político o económico en la edad media.

Ya desde sus inicios, el papado se tendrá que enfrentar o todo lo contrario, unir, a emperadores, reyes y ciudades, para lograr de ésta manera sus objetivos, permanecer en el “poder”, un poder que lejos de acercarse a los objetivos cristianos y nobles, se acercaba más al despilfarro, la lujuria, la arrogancia, la avaricia, y todo mal cuanto el dinero y su posesión puedan generar.

Como dije al principio, prácticamente sería imposible, entender Europa, su historia y su cultura, su política y su economía, sin hacer por lo menos una mirada leve, como la de este reporte, sobre el papado y obviamente, sobre “Los papas más importantes en los destinos de Europa”.







Procedencia de la primacía Papal

La primera carta de Clemente (Prima Clementis, 100 d.C.), representante de los cristianos de Roma, a los corintios, puede interpretarse como una temprana toma de conciencia romana de su responsabilidad respecto a otras iglesias. A finales del siglo II, durante el pontificado de Víctor I (189-199), y en particular hacia mediados del siglo siguiente, con el papa Esteban I (254-257), los obispos de Roma asumían que la tradición de su Iglesia era de alguna forma normativa para las demás.

Durante el siglo IV y principios del siglo V, los papas reclamaron para sí una autoridad especial y apenas fueron discutidos, quizás debido a la pobreza de las comunicaciones, a la indiferencia tácita de los devotos. Con el papa León I (440-461), las prerrogativas del papado fueron articuladas de palabra y obra con renovadas energías. Para entonces, el canon de la sucesión apostólica, propuesto a finales del siglo II como norma de ortodoxia y legitimidad, se desarrolló con plenitud y León pudo explotarlo como sucesor de Pedro, es más, como “vicario de Pedro”. Apoyado por la autoridad civil del Imperio romano de Occidente, León intervino con éxito en los asuntos de otros arzobispados tales como el de Vienne, en Francia, donde contradijo la decisión del obispo local. León insistió en que el Concilio de Calcedonia (451) aceptara su enseñanza sobre los debates cristológicos a la sazón en boga, y el Concilio, en efecto, así lo hizo. Para consternación y desacuerdo de León, sin embargo, el Concilio también decretó que la nueva Roma (Constantinopla) tenía que tener en Oriente la misma primacía que la antigua Roma en Occidente.


El primitivo papado medieval

La atribulada historia política de Roma durante el siguiente siglo y medio casi desvaneció el sentido del papado. El papa Gelasio I (492-496) fue una excepción, una figura especialmente notable por su colección de textos cristianos legales y disciplinarios, los cuales, con su decidida tendencia a enfatizar la autoridad papal, influirían en el desarrollo del Derecho canónico durante la edad media. Al igual que León, otros papas se consideraron dotados de poderes absolutos sobre la totalidad de la Iglesia, incluso sobre la de Oriente, donde este punto de vista se aceptaba oficialmente pero en la práctica existían muchas evasiones.

Gregorio I (590-604) recibió como legado muchos territorios. Los administró muy bien, los defendió mejor aún, y logró que la Iglesia de Roma tuviera tanta fuerza y prestigio como la de Constantinopla. A finales del siglo VIII y principios del IX, Carlomagno ofreció protección a los papas y les concedió inmensos territorios en las regiones centrales de Italia, substrato de los futuros Estados Pontificios. El papa León III (795-816), a su vez, sentó las bases del Sacro Imperio Romano Germánico tras coronar emperador de los romanos a Carlomagno en la basílica de San Pedro el 25 de diciembre del 800.

Declive y reforma gregoriana
Dado que las condiciones políticas en Italia se deterioraron en el siglo X, el papado cayó en manos de la nobleza romana. Los papas eran, en el mejor de los casos, meras figuras decorativas en una ciudad abandonada de hecho; en el peor de los casos, cayeron en la inmoralidad y fueron manipulados por familiares y por nobles sin escrúpulos. El pontificado de León IX (1049-1054) situó al papado en el camino de la recuperación y le hizo comprometerse en una profunda reforma de la Iglesia. Una característica especial de esta reforma, promovida por los papas de finales del siglo XI y principios del XII, era subrayar con énfasis la autoridad papal como clave para restaurar el orden interno de la Iglesia. Gregorio VII (1073-1085) surgió, tanto antes como después de su elección, como el defensor más acérrimo de este movimiento, la reforma gregoriana, que originaría la Querella de las Investiduras.
El papado resultante de estos cambios, más insistentes que nunca en reforzar las prerrogativas del sumo pontífice, convenció a la mayoría de los obispos y a muchos príncipes de que estos privilegios eran en el orden religioso y temporal justos, los introdujo en el nuevo Derecho canónico que se estaba formulando por entonces, y los implantó institucionalmente como una burocracia centralizada. Gregorio VII y sus sucesores fueron así los fundadores del papado moderno.
El legado de los gregorianos alcanzó su cenit con el papa Inocencio III (1198-1216), cuya energía y capacidad le convirtieron en la personalidad religiosa más importante de la sociedad europea de su tiempo. Fue el primer papa en hacer uso consistente del título de vicario de Cristo.
Aviñón y el gran cisma
Menos de un siglo después del triunfo de la autoridad papal medieval bajo Inocencio III, el rey francés Felipe IV, el Hermoso, humilló al papa Bonifacio VIII (1294-1303) y la guerra psicológica que inició contra Clemente V (1305-1314) desembocó en una larga estancia de los papas en la sede pontificia de Aviñón (1309-1377), donde se vieron muy influidos por los intereses políticos franceses. Al final de este periodo tuvo lugar el Gran Cisma de Occidente, durante el cual dos o tres papas alegaban simultáneamente, para gran escándalo de la cristiandad, que ellos eran los únicos pontífices legítimos. Aunque el Gran Cisma se terminó finalmente con el Concilio de Constanza (1414-1418), el papado había perdido prestigio, y durante los 100 años siguientes vivió con el miedo a ataques a su autoridad por parte de los radicales, que se manifestaron ya en el Concilio de Basilea (1431-1449).

Después de haber hecho un brevísimo recorrido por la historia del papado hasta finales de la edad media en Europa, vamos a ver brevemente algunos detalles específicos de 8 papas, que según algunas consideraciones, han marcado grandemente los destinos de Europa.

San León I
(c. 400-461), papa (440-461). Llamado el Grande, fue el administrador más competente de la antigua Iglesia y estableció la primacía del obispo de Roma sobre los demás.
Parece ser que nació en Toscana, y trabajó como eclesiástico en Roma mucho antes de su elección como papa. Sucesor de Sixto III, fue consagrado obispo de Roma el 29 de septiembre del año 440, en una época en la que el mundo occidental se desintegraba. Se concentró en la creación de un gobierno central fuerte de la Iglesia y en la erradicación de las herejías. Su influencia se demostró al convocar un sínodo de obispos en Milán (451), la sede más fuerte del norte de Italia fuera de su propia jurisdicción metropolitana. Cuando el obispo Hilario de Arles le retó al convocar un sínodo en Roma, León I le confinó en su diócesis por decreto imperial. En el 452 convenció a Átila, rey de los hunos, para que no invadiera Roma, y en el 455 a Genserico el vándalo para evitar que saqueara la ciudad.
Su mayor triunfo fue el Concilio de Calcedonia (451), presidido por sus propios emisarios. Se convocó para condenar la herejía del eutiquianismo, una forma de monofisismo, doctrina defendida por el monje bizantino Eutiques, que afirma una naturaleza única (divina) de Cristo.
Sin ser excepcionales, los sermones y cartas de León I que han llegado hasta nosotros expresan formulaciones claras sobre creencias y disciplina. Su gran logro administrativo fue unificar los procedimientos eclesiásticos y la primacía papal con la Ley romana. Murió el 10 de noviembre del 461.

San Gelasio I
(Fallecido en el 496), papa (492-496), el más importante del siglo V junto a san León I. De sus numerosos escritos dogmáticos se han conservado hasta la actualidad 60 cartas y seis tratados teológicos, gran parte de los cuales inciden en la primacía de la jurisdicción papal y en la lucha contra determinadas posiciones heréticas.

Definió con claridad la relación entre el sacerdotium (poder sacerdotal) y el imperium (poder imperial), que ejerció una profunda influencia en los siglos siguientes. Declaraba que ambos tipos de autoridad eran de origen divino, independientes (dentro de sus respectivas competencias) y que poseían derechos equivalentes, aunque en último término otorgaba superioridad al poder espiritual. Igualmente, para defender la primacía papal insistió en el principio de que las decisiones de los sínodos episcopales dependen, para ser válidas, de la confirmación papal.
En los otros dos tratados se enfrentó enérgicamente al renacimiento del pelagianismo (doctrina herética que negaba la doctrina del pecado original), advirtió acerca de la falsedad del maniqueísmo, prohibió la celebración de los paganos Juegos Lupercales (15 de febrero) y abogó por la disciplina eclesiástica.

San Gregorio I
San Gregorio I (c. 540-604), papa (590-604). Fue conocido como Gregorio Magno. Nacido en Roma, en el seno de una familia patricia.
Como papa, Gregorio consolidó el prestigio del pontificado y confirió al cargo un carácter en cierto modo diferente. Como los lombardos habían provocado el colapso casi completo de la administración civil en la ciudad, Gregorio tuvo que estar incluso más atento que sus predecesores en atender a los pobres y proteger a la población cercana a la ciudad. Su eficaz administración de las grandes propiedades de la Iglesia en Roma proporcionó alimento y dinero para este fin. Con Gregorio el pontificado asumió el liderazgo político en Italia y reunió sus territorios repartidos por todo el país en uno sólo que más tarde se convertiría en los Estados Pontificios.
Gregorio defendió la tradicional aspiración de Roma de primacía eclesiástica sobre el patriarca de Constantinopla, así como sobre los demás obispos de la Iglesia. Se tomó también un gran interés por la liturgia, e introdujo una serie de reformas. Se le atribuye la incorporación del canto gregoriano a la celebración de los oficios divinos.
En el año 597 Gregorio envió a Inglaterra al prior de su propio monasterio, Agustín de Canterbury, junto con 40 monjes. El gran éxito de esta misión despertó un sólido sentido de lealtad al pontificado entre los ingleses primitivos, y los misioneros ingleses favorecieron esta lealtad entre casi todos los pueblos del norte de Europa.
La verdadera grandeza de Gregorio reside en su dilatada actividad pastoral. Su espíritu práctico, generosidad y compasión le proporcionaron el afecto de sus contemporáneos. Murió en Roma el 12 marzo del año 604. Se cree que fue canonizado a petición popular tras su muerte.
San León III
(c. 750-816), papa (795-816). Nació en Roma. En el año 800 coronó a Carlomagno como emperador de Occidente. A cambio, bajo la protección del emperador, la soberanía temporal del papa sobre la ciudad y estado de Roma quedó establecida. Esta coronación, un hecho decisivo en la historia de Occidente, señala el final de la dependencia papal a los emperadores de Oriente y el comienzo de una nueva etapa en la sociedad europea occidental, en la que el emperador ostentaba el dominio temporal y el papa el dominio espiritual. Carlomagno interfirió con frecuencia en los dominios del papa, pero éste consiguió controlar los asuntos doctrinales; así, para evitar ofender a la Iglesia Oriental, se mantuvo firme ante la presión imperial para insertar el filioque en el credo de Nicea. Con dinero aportado por Carlomagno, León III construyó y decoró muchas iglesias de Roma.

San León IX
(1002-1054), papa (1049-1054). Durante su pontificado culminó la larga disputa doctrinal entre los cristianos de oriente y occidente del antiguo Imperio romano con la excomunión (1054) por la Iglesia occidental del patriarca de Constantinopla, Miguel Cerulario y todos sus seguidores. Esta medida completó el cisma entre Roma y la Iglesia ortodoxa. Defendió la política eclesiástica de mantener el celibato y su oposición al concubinato, así como la prohibición de la venta de cargos eclesiásticos. También defendió la independencia de la Iglesia respecto al emperador y apoyó la reforma cluniacense. Condenó la herejía de Berengario de Tours sobre la eucaristía. Luchó contra los normandos en el sur de Italia pero fue derrotado en 1053. Se pasó la mayor parte de su pontificado viajando, para llevar la influencia directa del papado a zonas de la cristiandad alejadas de Roma. Su festividad tradicional se celebra el 19 de abril.

San Gregorio VII
San Gregorio VII (1020?-1085), papa (1073-1085), uno de los grandes reformadores de la Iglesia medieval. Impusó la prioridad de la Iglesia sobre los poderes seculares y formó la facción papal en la primera fase del conflicto con el Sacro Imperio Romano Germánico. Hildebrando nació en Toscana en el seno de una familia escasos medios y fue enviado a estudiar a Roma.
Durante estos años, los papas estuvieron involucrados en una vigorosa campaña para reformar la Iglesia. Es significativo de la importancia de Gregorio, tanto antes como después de su elección, que este proyecto sea conocido ahora como ‘la reforma gregoriana’. Centrada en el ámbito de la clerecía superior, el movimiento puso de manera inevitable al Papado en conflicto con los gobernantes seculares, que reclamaban el derecho a nombrar los cargos superiores de la Iglesia en sus territorios, puesto que preferían obispos y abades que, aparte de sus cualidades morales, favorecieran las finanzas imperiales y el poder político.
Las relaciones con Enrique IV, emperador del Sacro Imperio, eran ya tensas en el papado anterior, y las vigorosas medidas del nuevo papa en el sínodo romano de 1075 para eliminar la simonía (venta de cargos eclesiásticos) y promocionar el celibato del clero aumentaron la tensión. En particular, el sínodo prohibió la investidura laica, derecho reclamado por emperadores y reyes para otorgar a los prelados los símbolos de su autoridad espiritual. Enrique respondió a estas y a otras acciones de Gregorio y lo depuso de su cargo de forma solemne en la Dieta de Worms; el papa contestó excomulgando al emperador, lo que señaló el comienzo de la Querella de las Investiduras, conflicto entre pontífices y emperadores por la autoridad en los nombramientos en la Iglesia.
Gregorio y Enrique se reconciliaron por un tiempo en 1077, cuando Enrique hizo penitencia en el exterior del castillo de Canossa y pidió el perdón del papa. Sin embargo, el conflicto surgió de nuevo, reavivando una guerra civil en Alemania provocada por un rival que quería reemplazar a Enrique en el trono. Enrique logró entrar con su ejército en Roma, cuando el pueblo se puso en contra de Gregorio y le obligó a dejar la ciudad, que fue saqueada por sus aliados. Gregorio murió poco después, el 25 de mayo de 1085, en Salerno.
El pontificado de Gregorio VII fue uno de los más conflictivos y controvertidos de la historia de la Iglesia católica. La decidida puesta en práctica de sus ideas le proporcionó leales admiradores e implacables enemigos. En apariencia indefendible en el momento de su muerte, sus reformas fueron poco a poco aceptadas de forma moderada. Sin duda, Gregorio sentó las bases de una Iglesia regenerada en el ámbito moral, de una distinción más definida entre el papel de la clerecía y el de los laicos, y de una mayor centralización de la autoridad en el Papado. Sus acciones contra Enrique IV debilitaron la monarquía alemana y fueron quizá en parte responsables del atrasado desarrollo político en la edad media, así como de su antipatía al Papado.
Inocencio III
Inocencio III (c. 1160-1216), papa (1198-1216) considerado como el más efectivo y competente de la edad media.
Es difícil encontrar algún aspecto de la vida pública en el que la influencia de Inocencio III no dejara huella. Fiel al espíritu de su misión, predicó en público y trató de mantener la modestia dentro del estilo de vida de la curia romana. A pesar de ser consciente de su autoridad como pontífice (le gustaba en particular el título de vicario de Cristo), intentó fortalecer el episcopado restringiendo los casos que pudieran apelar a Roma. Su diplomacia hizo realidad el gobierno papal sobre los territorios alrededor de Roma, por lo que se le considera el verdadero fundador de los Estados Pontificios.
A la muerte del emperador Enrique VI en 1197, Inocencio aprovechó la oportunidad para imponer el derecho papal de examinar a los pretendientes al trono y de arbitrar entre los rivales, partiendo del principio de la supremacía papal sobre el emperador. Mostró una notable prudencia y paciencia al tratar con el obstinado Felipe II de Francia, quien se negó de un modo persistente y escandaloso a aceptar a Isambur, su legítima esposa que había sido repudiada. En la controversia con el rey Juan de Inglaterra sobre el nombramiento de Stephen Langton como arzobispo de Canterbury, Inocencio obtuvo una clara victoria para la independencia de la Iglesia y, al mismo tiempo, recibió del rey todo el reino como feudo.
Las empresas más controvertidas de Inocencio fueron las dos cruzadas que declaró; al sur de Francia en el condado de Toulouse, los albigenses no sólo sostenían doctrinas heréticas sino que sus prácticas amenazaban las instituciones sociales tradicionales. Tras la derrota de los predicadores que había enviado, declaró en 1208 una cruzada contra ellos que causó un gran baño de sangre, pero no consiguió controlar la herejía durante su pontificado.
Preocupado por Tierra Santa, Inocencio III promovió la cuarta cruzada; sin embargo, en 1204, un grupo de cruzados se desvió a la ciudad bizantina de Constantinopla (hoy Estambul, Turquía) y la saquearon. Este trágico acontecimiento, aunque fue deplorado por el Papa, envenenó las relaciones entre las Iglesias griega y latina durante siglos, y permitió la creación de un reino latino en Constantinopla de corta vida y mal concebido.
Cercano ya el fin de sus días, en 1215, Inocencio III convocó en Roma el Cuarto Concilio de Letrán. Además de tratar de ciertos temas políticos y doctrinales, el Concilio decretó regulaciones a los derechos y deberes de casi todas las clases sociales. Entre los decretos más famosos destaca Omnis Utriusque Sexus, en el que se obliga a todos los adultos cristianos a recibir al menos una vez al año los sacramentos de la confesión y la eucaristía. Su celebración reunió en Roma a unos 400 obispos y 800 abades y superiores, además de muchos príncipes seculares y de sus representantes, la mayor reunión de estas características de toda la edad media. Apoyó a Santo Domingo de Guzmán (fundador de los dominicos) y a san Francisco de Asís (creador de los franciscanos y las clarisas) en esfuerzos por fundar sus nuevas órdenes. Este Concilio fue uno de logros más importantes de Inocencio.


Bonifacio VIII
Bonifacio VIII (c. 1235-1303), papa (1294-1303) que instituyó el poder absoluto del pontificado.
Gran parte de su pontificado se desarrolló bajo el signo de la confrontación con Felipe IV de Francia. Los conflictos surgieron cuando Felipe y Eduardo I de Inglaterra impusieron tasas ilegales a la iglesia para financiar sus ejércitos. Bonifacio respondió con la bula Clericis laicos (1296), en la que prohibía el cobro de tasas al clero sin consentimiento expreso del Papa. Como represalia, Felipe vetó la transferencia de oro y moneda negociable a Roma. Dado que Eduardo se mostraba hostil, Bonifacio se vio obligado a moderar su postura. En 1301, la autoridad papal sufrió otro ataque de Francia al acusar Felipe a Bernard Saisset (c. 1232-1314), obispo francés legado pontificio, de traición y determinar que fuera encerrado en prisión. Bonifacio respondió con la bula Ausculta fili (1301), en la que acusaba a Felipe de excederse de los límites de la jurisdicción real. Después vino la famosa bula Unam sanctam (1302), en la que reafirmaba la supremacía del Papa sobre los regentes en materias tanto temporales como espirituales. Felipe declaró a Bonifacio reo de herejía, ignoró las bulas y pronto manifestó su intención de deponer a Bonifacio. En 1303 estaba a punto de excomulgar a Felipe por su desobediencia cuando los partidarios del rey, junto con los enemigos italianos de Bonifacio, le hicieron prisionero en Anagni. Aunque liberado poco después, Bonifacio, que con toda probabilidad habría sufrido malos tratos, murió tres semanas más tarde, el 11 de octubre.
Bonifacio VIII fue un notable jurisconsulto y bajo su dirección se publicó en 1298 Liber sextus, una colección de legislaciones eclesiásticas. El papado medieval alcanzó su máximo auge durante su pontificado, aunque al final le flaquearon las fuerzas para oponerse al creciente poder de los monarcas nacionales.[*]




















A MODO DE CONCLUSIÓN

Desde los inicios de la cristianismo, Europa, como continente fundado a la “luz del vicario de Cristo”, ha sido testigo fiel capaz de reclamar sus derechos, otras veces incapaz de hacerlo, de la manipulación, control y explotación, que puede sufrir todo un pueblo, nación, o en este caso, un continente, al someterse ciegamente, al control absoluto de alguien que se auto proclame, con el poder absoluto, al punto de querer tener a todos bajo su mando.
Es triste descubrir, como el “continente descubridor”, sólo fue capaz de avanzar plenamente, tanto en justicia social, derecho, ciencia, literatura, y otros saberes más, cuando tuvo la valentía y el coraje, de enfrentarse con aquellos que se decían eran príncipes y emperadores de toda la tierra, los papas. Muchas veces la historia no perdona, y no es por nada que ese continente le está dando la espalda actualmente al “catolicismo”.
No quiero de este modo, plantear una especie de ataque a la historia misma y a los papas en sí, porque de igual manera lo escrito, escrito está. Aunque tampoco podemos negar la importancia que significaron los papas en toda la historia antigua, influyendo así hasta nuestros días, al ser los que tuvieron la fuerza, el coraje y la capacidad de asumir el poder, y manejarlo, unas veces correctamente y otras tantas no.
Hemos de comprender finalmente que los hechos ya han ocurrido, y que hay muchas cosas que no dan marcha atrás, el hecho radica en dar una pequeña mirada al pasado y ver como otros mejoraron al despertar y rechazar el dominio de aquellos que los gobernaban con un poder “divino”, y plantearnos nosotros ahora, cuáles son nuestros líderes a los que seguimos ciegamente y que poco a poco nos están llevando a un abismo, a una fosa de la cual ya no podremos salir. (Y obviamente, no me refiero a los papas).



· [*] Balthasar, Urs von. El complejo antirromano: integración del papado en la Iglesia universal. Madrid: La Editorial Católica, 1981.
· Echevarría, Lamberto de. Sucesor de Pedro: el oficio de Papa.
· Gelmi, Josef. Los papas: retratos y semblanzas. Barcelona: Editorial Herder, 1986.
· Lenzenwerger, Josef (director). Historia de la Iglesia Católica.

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