lunes, 26 de noviembre de 2007

ROMA, La expansión ultramarina: El mediterráneo

La victoria de Roma sobre Cartago fue sólo el inicio de una exitosa participación en los asuntos fuera de Italia, especialmente en el turbulento mundo del Mediterráneo Oriental, el cual Roma, como imperio floreciente, estaba “destinado” a conquistar ya que era la potencia indiscutible de la península Itálica y ninguna otra ciudad o pueblo, amenazaba su hegemonía o mejor dicho, pocas se atreverían a hacerlo.

ROMA
La expansión ultramarina: El mediterráneo
Oriental 200-133 a. de C.

Los líderes romanos afirmaban tercamente que la conquista de otros pueblos era una “justa” causa en la que Roma se había comprometido para garantizar su seguridad y proteger a sus aliados. No obstante, otros factores entraron en juego para generar una política expansionista imperialista:
Los romanos estaban atormentados por un genuino miedo a los extranjeros, surgido quizás de una compresible ignorancia de los problemas de oriente.
La sociedad aristocrática romana estaba cada vez más encantada con la cultura griega, lo que hizo que muchos sintieran la necesidad de protegerla.
Las guerras Púnicas habían demostrado claramente que el liderazgo en las guerras victoriosas era una seguridad de fama y de poder.
Es también claro el hecho de que las operaciones militares exitosas aportaban vastas riquezas a Roma en forma de indemnización, tributos y botines.

La política seguida por Roma al inicio de este período era destruir a todo poder que pudiera significar una amenaza para ella, utilizando la fuerza militar sólo cuando fuera indispensable; intentando previamente constituir alianzas y en general reconocer autonomía a estados y ciudades bajo condiciones que les impidieran adquirir poder militar, celebrando alianzas entre sí, o involucrándose en guerras contra Roma. Esta estrategia se convirtió en un modelo de acción política, históricamente conocido como “dividir para reinar”: divide et impera. Sin embargo, a largo plazo Roma no tuvo otra solución que incorporar al Imperio los territorios sometidos. Como veremos más adelante.

Alrededor del 200 a. de C. el imperio que había dejado Alejandro Magno, fue derrumbándose. El Egipto ptolemaico se fue debilitando, y líderes agresivos como Filipo V de Macedonia y Antíoco III del imperio seléucida, procuraron aprovecharse de esta situación. Más tarde Filipo V formó una alianza con Cartago, durante la segunda guerra púnica. Para hacerle contrapeso, Roma estableció alianza con las ciudades griegas y fue tomando conciencia sobre los posibles peligros de oriente haciendo entonces intervenciones más serias.

Pérgamo, Rodas y varias ciudades-estados griegas, pidieron ayuda a Roma contra lo que ellos llamaban, era la amenaza Filipo V. El pueblo romano cansado de las guerras se opuso a realizar una intervención, pero la oligarquía dominante, dirigida por el progriego Escisión el Africano, declaró la guerra a Filipo en el año 200 a. de C., derrotándolo, entonces se le exigió abstenerse de cualquier intervención en asuntos griegos. Los romanos reafirmaron la autonomía de cada ciudad-Estado griega, quienes de aquí en adelante serían aliados de Roma.

La paz en el oriente fue breve. En el 192 a. a de C. Antíoco III invadió la península griega. Otra vez Roma envió sus ejércitos al oriente derrotando de forma aplastante en la batalla de Magnesia a Antíoco. Se le exigió permanecer alejado del Asia menor, se destruyó su flota y se le impuso una asombrosa indemnización. Roma cedió vastas tierras a Pérgamo y a Rodas y a la mayoría de las ciudades- estado griegas, se les devolvió su independencia. En ésta oportunidad los vencedores tampoco se anexaron territorio alguno, pues Roma consideraba que esta era la política necesaria para asegurar la paz en el Oriente. Los resultados fueron adversos, y todo esto tendría que cambiar.
La reducción de los estados seléucida y macedonio, destruyó el equilibrio de poder en el lejano oriente, provocando rivalidad y conflictos de pequeños estados, incluyendo los griegos, a quienes los romanos “habían salvado”. Lentamente los romanos se vieron forzados hacia una solución violenta, “la administración romana de oriente”. La prueba de esta nueva política llegó del 171 al 167 a. de C. cuando los esfuerzos macedonios para ganarse el favor entre las ciudades-estados griegas, provocó la ira de los romanos, haciendo estos la guerra nuevamente y ganándola. Con el tiempo los romanos se anexaron todo el territorio Macedónico como provincia. Las persistentes luchas entre las ciudades-estados griegos forzaron a los romanos a hacer lo mismo con Grecia, destruyendo la ciudad de Corinto como ejemplo y terminando así con su libertad. Lo mismo pasó con los aliados romanos del Asia Menor, Pérgamo y Rodas.

Una vez establecidos en Asia, ricas presas tentaron a los romanos, el Egipto ptolemaico y el Imperio Seléucida, ambos demasiado débiles para ofrecer resistencia a los romanos. Mientras concentraban su atención en Oriente, Roma no se descuidó de Occidente ocupando así España. También el área del norte de Italia, entre los Alpes y los Apeninos, llamada la Galia Cisalpina.

El paso final ocurrió en el 149 a. de C., cuando Roma le declaró la guerra a Cartago, pues aunque esta era una potencia menor, su resurgimiento económico no le agradó a los romanos, invadiendo así a Cartago con el pretexto de haber violado uno de los tratados que dio fin a la segunda guerra púnica. Esta fue destruida en el 146 a. de C. y su territorio fu anexado como provincia a Roma.

La destrucción de Cartago y el haber dominado los tres reinos que habían sucedido a Alejandro Magno en Macedonia, Siria y Egipto, fue un símbolo apropiado de la posición de Roma en el Mediterráneo. Pues con provincias en tres continentes y con fuerzas militares que nadie se atrevía a desafiar, Roma podía darse el lujo de hablar del Mediterráneo, como “nuestro mar”, y aunque no hay indicios de que ella buscase deliberadamente el dominio del mismo o que tuviese un plan de conquistas, los primeros pasos de Roma fuera de Italia parecen más fruto de la casualidad y de las circunstancias que de un esfuerzo voluntario y consciente, de un imperio cuya organización y auge territorial le “destinaron” por así decirlo, a hacerse “dueños” de el Mediterráneo oriental[*]

[*] HARRISON, John B. Est. De las Civilizaciones Occidentales
Biblioteca de Consulta Microsoft ® Encarta ® 2005

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