miércoles, 21 de noviembre de 2007

Tótem y tabú, Freud, comentario

Fr. Luis Manuel Durán CornelioTótem y Tabú Freud, S.
Resumen

Parece un hecho común, que en todas las culturas antiguas, y en las modernas también, el grupo social ha llegado a un acuerdo religioso-cultural, nos referimos al rito concerniente a la significación del sacrificio. El sacrificio sobre el altar, plantea Freud, citando una obra de Robertson Smith, constituye la parte esencial del ritual de las religiones antiguas. Dicho sacrificio no tenía la significación que adquirió en épocas posteriores, o sea la de una ofrenda hecha a la divinidad para aplacarla o conseguir su favor. En un principio se ofrecía la sangre del animal que luego fue siendo sustituida por el vino. Cada sacrificio era una fiesta y no había fiesta sin sacrificio. Todo sacrificio era echo de manera colectiva y la muerte de la víctima era un acto exclusivo de la comunidad y nunca del individuo. Los progresos de la ganadería parecen haber traído, en todas partes el fin del totemismo. Nos preguntamos a esta altura de juego ¿hacia dónde pretende dirigirnos Freud con este estudio antropológico? Su planteamiento está muy bien dirigido y articulado, y basta leer unos cuantos párrafos para empezar a darse cuenta de qué pretende Freud con dicho estudio.

El sicoanálisis, plantea Freud, ha revelado que el animal totémico, es en realidad una sustitución del padre. El odio que sentían los hijos hacia la figura paterna, por su constante oposición a sus necesidades de poderío y exigencias sexuales, les obligó a matarlo, este sentimiento paradójicamente hace contraste con el amor y admiración hacia la misma figura. La religión totémica surgió de la conciencia de la culpabilidad de los hijos como una tentativa de apaciguar estos sentimientos encontrados y así reconciliarse con el padre. En la escena del sacrificio ofrecido al dios de la tribu, se halla realmente presente el padre, a doble título, como dios y como víctima de sacrificio. Aunque mas tarde, el sacrificio se convierte en una simple ofrenda a la divinidad. Freud concluye magistralmente dejándonos saber, en muy pocas líneas, lo que ya suponíamos, la eucaristía cristiana, según él, debe reconocer en todo lo argumentado anteriormente, la consecuencia de aquel crimen que tan agobiadoramente ha pesado sobre los seres humanos. La comunión cristiana no es, en el fondo, sino una nueva supresión del padre, una repetición del acto necesitado de expiación.

Excelente y magistral el planteamiento que hace Freud sobre el origen antropológico de la eucaristía cristiana. Lo planteado por el “padre del sicoanálisis” es total, o en su gran mayoría cierto, desde mi corto entender en cuanto antropología religiosa se refiere. Entonces, si todo esto es cierto ¿como es que siendo creyente, tales afirmaciones que doy por ciertas, no tambalean mis creencias y mis convicciones hacia el Dios en “un poco de pan y de vino”? La fe, es la sencilla y humilde respuesta. La comunidad cristiana, a lo largo de su historia, desde los inicios del judaísmo y màs tarde en el cristianismo, ha sabido hacer una lectura teológica de los acontecimientos del Dios revelado en la historia. No quiero parecer un fanático religioso, pero, mientras leía esas líneas de Freud, en mi interior sólo pude admirarme y elevar una pequeña oración: “Gracias Señor, por revelarte en la debilidad de la sicología humana, en el lento proceso de su historia”. Freud me ha reafirmado más la perspectiva de un Dios que se adapta a las incoherencias humanas y que se amolda a sus ambigüedades más arraigadas, para ser verdaderamente “la palabra entre nosotros”. No quiero parecer aquí descentrado de mi lectura como filósofo o como crítico de los textos que nos entregan, pero realmente esto es lo que ésta lectura me ha provocado, nuestro Dios escribe renglones rectos sobre una historia de líneas y sicologías arqueadas.

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