viernes, 4 de abril de 2008

Fenomenología de las formas religiosas en América Latina


Debemos reconocer antes que nada, que el nacimiento mismo de los estados nacionales de occidente, y en especial, como es nuestro caso de estudio, los de América Latina, están simentados sobre una base homogénea cuyo símbolo es la fe cristiana.

Con la llegada del pensamiento crítico, de la ilustración, el enciclopedismo y el nacimiento de la modernidad, se postuló la liberación de la conciencia
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individual y la separación intelectual eclesiástica. Se propuso una religión natural dentro de los límites de la razón y la que mejor se adaptaba a tales exigencias era el ya tradicional "cristianismo".

En el siglo xix surge la secularización que se radicalizó de una forma tal, que su propuesta final era la emancipación de Dios. Esta propuesta tuvo gran acogida social y se comenzó a vivir, no tanto como una negación, sino como un prescindir práctico que raya con el agnosticismo.

Pareciera como si la historia estuviera marcada por respuestas siempre opuestas. A raíz de esta nueva postura de mundo globalizado y secularizado surge con nuevas fuerzas una demanda religiosa. Hay que reconocer, platea el autor, que a diferencia de Europa, todavía podemos considerar a América Latina como un continente fundamentalmente cristiano y católico, aunque fragmentado.

En su estudio, Pedro Trigo propone un acercamiento a nueve de estas formas de cristianismo. El método empleado por él es el método fenomenológico.


I. Religarse al misterio primordial en la comunión Católica
Para acercarnos al catolicismo latinoamericano debemos reconocer ante todo que esta religiosidad es tradicional aunque no necesariamente tradicionalista. El ser tradicional no equivale a lo que en política sería ser conservador. Esta gente, practicante de una religión tradicional, es gente abierta, progresista, aunque hay que admitir que algunos viven desde su referencia trascendente ancestral.

Este modo de relación con Dios es lo que ha permitido que América Latina haya superado, o por lo menos hasta ahora, la prueba de la secularización de los años sesenta y setenta. En esta forma se reconoce el Dios de nuestros padres, de nuestros abuelos, de la comunidad, como un patrimonio trascendente.

II. Vivir en armonía con la vida
Este punto señala la reacción contra el sujeto individual y social como voluntad de poder. Es un estilo que busca una armonía interior, una forma de pensar positivamente respecto a lo que ocurre en nuestro alrededor. El punto de partida contra el que se reacciona es el individualismo, el yoísmo que se ocupa de las propias preferencias sin pensar en los demás. Puede caer en el querer reducir la religión a una emoción ante la naturaleza y al sentimiento del corazón. Se suele recurrir en este aspecto, en una meditación no objetual, sino deshecha y desconstruída de todo lo temático.

III. El fundamentalismo
El fundamentalismo es una reacción hacia la posmodernidad y está presente tanto en occidente como en oriente. En América Latina las corrientes fundamentalistas son tan abundantes y variadas que definen de por sí la época. En sentido general este fundamentalismo apunta hacia una necesidad de encontrar seguridad y sentido ante un mundo que aparentemente es permisivo y relativo ante asuntos de ética y espiritualidad.


IV. Practicar el cristianismo sin sentido de pertenencia
Aquí el autor hace referencia a un tipo de cristiano que curiosamente se considera católico pero que no posee un sentido de pertenencia. Este tipo de religiosidad responde a un estado de postcristianismo. Estas personas quieren vivir su cristianismo pero como para ellos no es un asunto de vida o muerte, no ven la implicación ni el compromiso que ello significa.

V. Individualismo devoto y compasivo
Este tipo de religiosidad toca especialmente a los jóvenes que sienten en la religión lo más hermoso que ha pasado por sus vidas. Es también referente a personas de gran corazón que, en respuesta a un mundo olvidado de los más pobres y sufridos de la sociedad, desean aportar su granito de arena para que este mundo sea mejor. Regularmente estas personas buscan su realización en actividades que van más allá de su cotidianidad y que exigen dosis serias de esfuerzos y generosidad. Estas personas suelen ser muy realistas a pesar de todo, y no asumen una labor que sobrepase sus posibilidades de cooperación.

VI. Cristianos pasados por la ilustración
Aunque este grupo de cristianos no es muy numeroso, el autor considera que su papel será muy importante para el porvenir del cristianismo en América Latina.

A pesar de que en sus inicios, y en años posteriores, todo el movimiento ilustrado se desasoció de lo religioso y lo secular, a principios del s. xx comenzó a surgir tímidamente la ilustración católica latinoamericana. Esto ocurrió como efecto del impulso de la educación católica que más tarde daría fuerza a la posibilidad de un concilio como Vaticano II. Este cristianismo ilustrado implica un reconocimiento de la ciencia y de los grandes avances de la historia como obras en las que se acepta, no una contradicción con la doctrina católica, sino un regalo del mismo Dios, a través de la razón que se puede maravillar ante el mundo.

VII. Cristianos que se identifican con la institución eclesiástica

Se refiere a aquél grupo de cristianos que sienten como parte de su ser y asumen con una gran simpatía la doctrina y la institución eclesiástica. Entienden su función de cristianos como un encargo de Dios mismo, que se garantiza y se lleva a cabo plenamente a través de la sucesión apostólica y de la cabeza misma de la iglesia. Muchas veces se sienten como pequeños e insignificantes ante la jerarquía eclesiástica sin embargo esto no los abruma ni angustia porque confían en la asistencia prometida de Dios.

VIII. Cristianos que han vivido todos los cambios en continuidad
Es una postura que presenta a un cristiano que se adapta y que vive su fe en continuidad con la historia. El hecho mismo de experimentar cambios abruptos y radicales les hace ver una nueva visión de la fe y del sentido de la iglesia en la historia. El autor no se refiere a los jóvenes, sino más bien a aquellas personas maduras que iniciaron su vida cristiana en una modalidad preconciliar y que recibieron el impacto de Vaticano II y abrieron su corazón a él y experimentaron un cambio muy profundo en su modo de pensar.

IX. Cristianos que viven en los cauces del catolicismo popular
Esta es la forma más común del catolicismo en América Latina. El sujeto de esta religiosidad era la comunidad campesina con su estructuración y las demandas religiosas tenían que ver con las carencias, los peligros y las alegrías de ese género de vida. Sin embargo, hoy en día, el catolicismo popular está inmerso en los barrios y en las distintas comunidades que conforman a la sociedad latinoamericana. En estas culturas populares florece la convivencia. Existen dos maneras de percibir el catolicismo popular, en primer lugar, según la forma como entendamos el concepto pueblo o bien en el sentido restringido de “los de abajo”, los marginados de la sociedad. Este catolicismo le da gran importancia a los ritos, las imágenes, el milagro, la devoción y los santos.

Conclusión personal
Existen muchas formas y caminos para entender el fenómeno católico-religioso en nuestro contexto actual. Sin embargo, la pregunta crucial, y en esto estoy de acuerdo con el autor, es saber si existe o no un punto de fuga común o de congruencia para estas formas del catolicismo latinoamericano. La verdad es que la respuesta puede ser un poco arriesgada, porque afirmar positivamente y dejar de lado que muchas formas se alejan de una forma u otra del ideal cristiano, no sería demasiado justo.
Lo que sí es cierto es que al acercarnos a cualquiera de estos grupos, desde su realidad y desde su contexto, estos se llamarán a sí mismos “cristianos católicos” y entenderán que desde su forma y su estilo tienen el compromiso y el deber de hacer lo que ellos mismos y su cultura les han trazado como misión. Hoy en día reconocemos que no tenemos la última palabra en dogmas de fe, y que como cristianos estamos llamados al diálogo y a la fraternidad, a la comprensión y a vivir el ideal del amor que es el mensaje central del cristianismo.

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