jueves, 5 de junio de 2008

El pensamiento de Lévinas y su repercusión en la contemporaneidad

El gran aporte de Lévinas a la filosofía le ha valido un gran reconocimiento entre los filósofos e intelectuales de diversos campos del conocimiento, el mismo Juan Pablo II se refirió a él como el “...más grande pensador contemporáneo de nuestro tiempo”.[1] En el pensamiento de Lévinas se descubre un complejo y armónico sistema argumentativo, con frecuencia externado mediante el empleo de expresiones metafóricas y poéticas, sin que ello demerite su rigor y su fundamento filosófico.

El pensamiento de Emmanuel Lévinas y la visión antropológica que sugerimos a partir de su filosofía apunta hacia un mensaje que nos habla fuertemente y nos proclama a viva voz: ser humano también significa ser con los otros. El re-descubrimiento de la existencia desde el Otro en contraposición a la ontología heideggeriana y a la postura filosófica que otorga primacía al sujeto en contraposición de los demás, nos señala que la experiencia personal del Otro es tan central que sería imposible negarlo en la práctica, mientras que en un plano teórico su negación haría al instante incomprensible e inconsciente la misma existencia del sujeto.

El Otro se revela y me revela la existencia, se impone y me hace saber “¡no me matarás!” El Otro, representado en las figuras bíblicas de el pobre, la viuda y el extranjero nos hace referencia a un ser extraño - inabarcable teórica y conceptualmente – que no es en última instancia descubierto por mí, sino más bien revelado en plenitud hacia todo mi ser, acosándome, casi poseyéndome obsesivamente. El Otro es por sí mismo y no por referencia a un sistema, no necesita probar ni demostrar nada porque su existencia es evidente.
Nuestra propuesta antropológica-filosófica en la que señalamos la epifanía del rostro como una alternativa para abordar los problemas de la antropología, revitaliza su importancia y su emergencia ante un mundo en cambio, ante una sociedad que proclama la supremacía del sujeto como responsable de su progreso y de su bienestar económico, en perjurio de otros seres humanos que por causas coyunturales no han podido salir por sus propios esfuerzos de su indigencia y abandono.

Hoy más que nunca el rostro del Otro nos grita desde la marginalidad y la pobreza extrema, que en países como el nuestro (República Dominicana) parece sólo tener el auxilio de un sujeto totalizante llamado Estado, que desde sus instancias de poder y manipulación responde al llamado indigente sólo en beneficio de sus resultados cuantitativos-electorales. El rostro del Otro, su epifanía y revelación, está latente en el clamor de una sociedad que sufre las consecuencias de los abusos de poder y del descontrol de situaciones que el Estado, como ente garante de una justicia para con los demás, no puede controlar.
La filosofía occidental nacida en Grecia ha crecido en torno a una razón unificadora que ha pretendido dar lugar a una civilización racional en la que se impone el orden que garantiza la paz y la justicia. Esta construcción racional de la política y el estado cimentada en la razón misma, ha perdido su enfoque vital, que se supone era el ser humano.

El mundo moderno y racional funciona y eso es lo terrible, su funcionamiento ha dado origen a una funcionalización de todo lo que toca. Julia Urabayen en su ensayo sobre Arendt y Lévinas y la concepción de Europa (2007) nos señala que el orden con el que se pretende garantizar los derechos humanos y la paz, muchas veces, es inhumano y degradante ya que no deja lugar para lo verdaderamente humano. Hoy en día somos testigos de ello. El atropello de la realidad humana, de su dolor y su sufrimiento como persona en contraposición a las necesidades de un todo nominal llamado Estado moderno, se hace patente en la existencia de sistemas políticos y sociales que fuerzan, integran y sacrifican a la persona, patentizando sin lugar a dudas la existencia de un dolor que no es visto por el sistema ni por la razón universal.
La sociedad del bienestar que funciona perfectamente gracias a los increíbles avances de la técnica pone en evidencia la insuficiencia del pensamiento occidental, que ha creído que la paz se logra mediante la razón. La racionalidad y la astucia de la mente humana siempre corren peligro – y nuestra historia así lo ha demostrado – de ser sometida al poder que se obtiene gracias a la retórica, la publicidad, la propaganda y la mentira.

Ya es momento de ir abriendo los ojos y de darnos cuenta de que nuestra realidad fundamentada en los principios básicos de la tradición occidental no es infalible. Reconocer al Otro no implica un olvido de la racionalidad ni de nuestra tradición filosófica, pero sí amerita un replanteamiento de las bases del pensamiento antropológico y de lo que supone, en teoría, la formación y la organización de nuestras democracias en el Estado moderno. Lévinas señala, a raíz de su propuesta filosófica en Totalidad e Infinito, “la metafísica es posible”, nosotros desde su filosofía creemos además que una antropología filosófica desde la epifanía del rostro no es sólo posible, sino necesaria.

Sólo haciendo un análisis exhaustivo del pensamiento filosófico entenderemos - como diría Lévinas – "que la manifestación de las cosas y el testimonio de la conciencia no son, quizás, sino el efecto de una cierta magia". El adelanto tecnológico y las guerras del pasado siglo y la pobreza extrema en el s.xxi atestiguan que dirigir la razón hacia el bien de la humanidad y no dejarnos consumir por ella es la tarea de la antropología filosofica actual.
[1] Juan Pablo II, (1994).

1 comentarios:

Dulciblue dijo...

Manitooooooooooo, como anda todo?

Espero que hayas llegado bien...

te quiero mucho, cuando puedas pasa por mi blog, te deje algo