jueves, 5 de junio de 2008

Lévinas y la Segunda Guerra Mundial

“Conocer, gozar y transformar el mundo se consideran unas realidades solitarias. Ahora bien, estas antropologías llevaron a las dos guerras mundiales y a una profunda negación del prójimo”.
Emmanuel Lévinas
[1]

Emmanuel Lévinas vive las dos guerras mundiales y la revolución socialista. Durante el primer conflicto mundial su familia se traslada de Lituania a Ucrania buscando refugio y es sorprendida por la revolución rusa. Posteriormente Lévinas es llevado a Hannover, Alemania, a un campo de concentración en donde se salva de la muerte y de recibir el mismo trato que los otros judíos, debido a que fue destinado a prestar servicios como intérprete. Allí lee a Hegel, Rousseau y otros. Durante ese período prácticamente toda su familia, que se había quedado en Lituania, es masacrada por los nazis. Su esposa y su hija se salvan al quedar escondidas en un monasterio en Orleans. Nuestro filósofo queda fuertemente marcado por este conflicto bélico por el hecho mismo de tener que vivirlo en carne propia, de esta forma en 1933 Emmanuel Lévinas rompe con Heidegger a quien nunca perdonaría su cercanía con el nazismo,[2] pues, para Lévinas, el apogeo de la filosofía de la identidad y del logos dio como resultado a la ola de antisemitismo vivida en Europa, especialmente en la Alemania Nazi.[3]

Tras esta frustrante experiencia con la Segunda Guerra Mundial y hablando a menudo de la “tradición occidental” observamos a un Lévinas que pone en un mismo saco a filósofos diferentes, para descalificarlos en conjunto atribuyéndole desarrollos filosóficos reductores de la trascendencia a todos y cada uno por igual. De hecho, como señala Josep Mària, “el holocausto ha marcado la raíz de su filosofía: dándole un tono pesimista, incluso torturado”. Observamos también en Lévinas un profundo sentimiento de queja, derivado indudablemente, del horror por el holocausto nazi que vivió tan de cerca y que tantas veces, durante su vida, le reprochará a Heidegger hasta llegar a afirmar que nunca le perdonaría su apoyo al nacional-socialismo. ¿No pide el Otro también misericordia y justicia? Extraña contradicción levinasiana.

[1] Emmanuel Lévinas, (1977). p. 76
[2] Julia Urabayen, (2004). P. 320
[3] Ibídem, P. 315.

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